Desde el regreso de la democracia, la situación económica fue uno de los principales temas de preocupación social, a tal punto que llevó a que especialistas en la materia se apartaran de su rol técnico para asumir el compromiso de una candidatura presidencial. Un hecho que nunca fue tan relevante como en este 2023, en el que el debate preelectoral aparece marcado por propuestas sobre política monetaria que acaparan la atención del electorado y, como en el caso de la dolarización planteada por Javier Milei, alimentan advertencias de organismos internacionales como el FMI y el Instituto Internacional de Finanzas, entre otros. Basta con repasar la historia para ver como el progresivo incremento de esa necesidad social insatisfecha, léase resolver la ecuación económica para el desarrollo del país y un mayor bienestar, se transformó en votos para, por ejemplo, candidatos que alguna vez estuvieron al frente del Ministerio de Economía. Desde el magro 0,4% de los votos que obtuvo el liberal Álvaro Alsogaray en los comicios de 1983, cuando la prioridad era la recuperación del sistema democrático, y el posterior 7% que el líder de la UCeDé consiguió en 1989; la ruta de ex ministros que asumieron la postulación a la jefatura de Estado mostró a Domingo Cavallo logrando un 10% en 1999, Ricardo López Murphy llegando hasta el 16% en 2003 para precipitarse a un 2% cuatro años más tarde y a Roberto Lavagna sumando casi 17% en 2007 para retroceder al 6% en las últimas elecciones presidenciales. Pero todos esos guarismos quedan chicos frente al escenario que arrojaron las últimas primarias, inclusive el 21,4% que registró Sergio Massa en 2015. Ya como ministro-candidato y con el 28,9% de votos que obtuvo su partido, compite en un escenario de tres tercios contra un economista como Milei (29,8%) y frente a una doctora en Ciencias Políticas como Patricia Bullrich (28% para Juntos), quien debió recostarse ahora en la figura de Carlos Melconian para competir en el terreno en el que se juega la campaña. Allí, es donde algunas similitudes las marcan los objetivos prioritarios, como alcanzar el equilibrio fiscal para ordenar la macroeconomía y combatir la inflación, así como la necesidad de salir del cepo y avanzar hacia la unificación cambiaria. Pero con un 40% de pobreza, las diferencias radican en las formas, tiempos y posibilidades de llevar a la práctica políticas tales como la dolarización, el bimonetarismo y la propia salida del cepo -con la acumulación de reservas previa para Massa, con la competencia de monedas y dolarización progresiva para Milei, con desdoblamiento cambiario para Melconian- sin dejar gente en el camino. Elegir la ruta correcta permitirá alcanzar la ambición social de un futuro mejor. Transitar por la cornisa puede terminar con un país más complicado.