En materia de política internacional, el gobierno que encabezará Alberto Fernández tiene deseos y necesidades. Lo que todavía no está claro es cómo conjugará su interés de tener un mayor acercamiento a Latinoamérica y en estimular las exportaciones al Mercosur, con los tabiques que empiezan a poner en el camino Estados Unidos y Brasil.
Jair Bolsonaro viene castigando a Fernández desde la campaña electoral, adoptando una actitud desaconsejada en todos los manuales de política exterior: no meterse en asuntos internos de otro país. Mucho menos si ese país es un aliado comercial. En Buenos Aires saben que el problema es el temperamento del presidente vecino, que sobrepasa la relación cordial que suelen mantener ambas cancillerías. "La Argentina eligió mal, nos preparamos para lo peor", respondió el mandatario cuando tuvo que opinar sobre el resultado de las elecciones. Pero también señaló que aguardará a ver qué camino elige el futuro gobierno antes de definir como siguen las relaciones entre ambos estados. Brasil es el principal destino de las exportaciones industriales y energéticas, y el rumbo que tome el futuro gobierno puede impactar en ese flujo.
Steve Mnuchin, el secretario del Tesoro de Donald Trump, declaró anoche que esperaba que Fernández cumpliera los compromisos asumidos por la Argentina ante el FMI. Su voz representa la del principal accionista del organismo, el mismo que habilitó el préstamo récord de u$s 57.000 millones que el Fondo le dio a la administración Macri.
El futuro presidente ejecutará un gesto que no le cae muy bien a Washington, que es el viaje relámpago a México que emprenderá este viernes, para reunirse con Andres López Obrador. Pero sabe que requerirá la asistencia de EE.UU. cuando tenga que discutir el futuro de la deuda.
Los gobiernos de la región están tratando de sacarle la ficha a Alberto. Quieren ver si sus señales son reales o está tratando de llamar la atención, antes de poner en marcha decisiones dotadas de mayor pragmatismo una vez que ocupe la Casa Rosada. Sus declaraciones expresan, de alguna manera, una ansiedad similar a la que empresarios e inversores tienen en Buenos Aires y Nueva York. Todos esperan que Fernández deje de hacer declaraciones y empiece a mostrar sus planes
Suena extraño que esa demanda se produzca después de una larga campaña electoral, pero demuestra que hubo pocas chances de poner sobre la mesa las plataformas de cada partido. Fernández rescató ideas simbólicas del peronismo (reactivar la producción y el consumo, crear empleo, mejorar los salarios y las jubilaciones), pero sin acompañarlas de un plan de vuelo concreto. Y si ahora no hay más cartas sobre la mesa, es porque el camino hasta el 10 de diciembre es largo.