Desde el Consejo Profesional de Relaciones Públicas vemos que en los últimos años la sociedad ha atravesado momentos de mucha tensión a nivel macroeconómico, incertidumbre, crisis, frustración y falta de liderazgo. El mundo también enfrenta, con sus matices, desafíos similares, combinados con una pandemia que rompió con todos los paradigmas y cuyas consecuencias aún estamos estudiando.
A partir de esto, la comunicación y las relaciones públicas adquirieron una relevancia y un papel mucho más consolidado dentro de las organizaciones públicas y privadas, dada la capacidad para escuchar a las audiencias e interpretarlas, comprender expectativas, describir contextos, contribuir al flujo de la buena información y proveer ciertos niveles de certidumbre.
De cara al futuro, esta tendencia se va a ir incrementando, ya que influir en forma transparente, profesional y estratégica sobre el curso de los acontecimientos, las perspectivas, las acciones y las regulaciones, se ha vuelto una actividad vital para el desarrollo de los negocios y de las organizaciones.
En este contexto, existe una expectativa de que las organizaciones tengan una línea de conducta. Tienen que rendir examen a diario frente a sus públicos, velando y construyendo una relación positiva, que puede destruirse en minutos a causa de una acción o comunicación no alineada con las expectativas. Esa construcción del vínculo de confianza entre una organización y sus audiencias hace a su reputación. Una construcción de largo plazo, que requiere de coherencia y consistencia. El equilibrio perfecto entre ser, hacer y decir.
En la Argentina, necesitamos una mirada e interpretación ante un contexto dinámico y cambiante, más aún dentro de un año electoral. Estamos insertos en una sociedad donde las expectativas se modifican minuto a minuto y hay que saber adaptarse, manteniendo la coherencia.
El desafío de las organizaciones, entonces, probablemente esté puesto en construir reputación, generando un espíritu de equipo y persiguiendo la misma visión. Esto no solo permitirá comunicaciones más consistentes, sino que además contribuirá a generar ciertas certidumbres, en un mundo cada vez más incierto.
En un año de elecciones y posible cambio de gobierno, las relaciones públicas tienen el poder de construir argumentos sólidos, fundamentarlos y encontrar a los aliados adecuados para llevar adelante políticas públicas en beneficio del bien común. Nuestra profesión también fomenta los debates, la construcción de consensos y llegado el caso, también puede contribuir a disminuir el nivel de conflicto.
Para lograr un flujo positivo de decisiones, comunicación, apoyo y consensos, es importante no perder la perspectiva. Las organizaciones han convivido con gobiernos muy diversos y situaciones económicas fluctuantes. A lo largo de su historia, nuestro país ha atravesado coyunturas sumamente desafiantes, pero nunca antes en un contexto donde la tecnología sobre estimula la comunicación y eso genera una "percepción de información" en la población, que cree comprender y tener una opinión en temas técnicos y complejos, como puede ser la política económica, la monetaria o la alineación internacional. Pero esa percepción, no siempre es real y muchas veces se resume la complejidad en un slogan, en reduccionismos que no abarcan la complejidad real de la cuestión. Claro ejemplo: la dolarización de la economía.
En el medio, quedan las organizaciones: las empresas, las ONGs, el ámbito académico y demás actores de nuestra vida social. La política tiene una intensidad y una velocidad en el desarrollo de los acontecimientos que no lo tienen las empresas y otras organizaciones, algunas de ellas con historias centenarias. Cada vez que un funcionario llega al poder, se produce un cambio rotundo en todos los ámbitos y desde el día uno, sabe que deberá rendir cuentas ante la sociedad en las próximas elecciones, en tan solo dos años y la gestión queda supeditada al éxito o no de un determinado funcionario.
Si bien nunca hay que perder la mirada sobre las coyunturas, hay que entender que los tiempos para las compañías son más extensos y que la planificación debe ser elaborada en función de ese mediano plazo, tratando de prevenir crisis futuras y de mayor magnitud. Eso nos lleva a una mentalidad de manejo de temas críticos (issues management), que es muy propia de nuestra profesión y que sin dudas puede hacer un aporte, ya sea dentro del ámbito público como privado. Uno de los pasos en esta planificación es diferenciar aquellos elementos del contexto que no pueden modificarse de los que sí. Y es aquí donde las noticias para la Argentina son buenas. En términos generales, los elementos no modificables tienen que ver con su disponibilidad de recursos naturales, su suelo, su clima, su ubicación geográfica, sus conflictos raciales o religiosos, sus hipótesis de conflictos regionales, entre otros. Luego de tantas frustraciones que se han ido acumulando, tendemos a pensar que nuestros problemas son estructurales y no los vamos a poder modificar y eso, objetivamente, no es así. Podemos modificar y mejorar el liderazgo y la calidad de las políticas en pos del bien común, aprovechando las características positivas propias que tenemos.
Las relaciones públicas son un conjunto de técnicas que tienen el poder de construir argumentos sólidos, fundamentarlos, comunicarlos en forma efectiva, encontrar a los aliados adecuados y disminuir los conflictos. Nuestra mano a veces es invisible, pero atraviesan a toda la sociedad, todo el tiempo. Tenemos que prepararnos para los desafíos que vienen cada uno desde su lugar, ponernos a disposición de la resolución de los conflictos, para lograr un mejor país para todos. Estamos preparados para eso.