Cristina Fernández de Kirchner planeó una gran fiesta para el próximo domingo, además de que por primera vez participará como Presidenta del Tedeum en la Catedral metropolitana. La última vez que lo hizo ella era senadora y su marido Néstor Kirchner era el Presidente de la Nación. Los dos estrechaban la mano de Jorge Bergoglio para luego evitar recibirlo durante un largo tiempo. El cardenal era considerado un opositor y sus homilías molestas a los oídos del gobierno nacional que desde el 2007 mudó el oficio religioso al interior del país.
Pero Bergoglio ahora es el Papa Francisco y Cristina se acercó a él más de lo imaginado. Sus gestos hacia la institución tienen siempre alguna vinculación con él. Así fue en marzo cuando homenajeó a Hugo Chávez en la Parroquia de Caacupé, en la villa 21, que el Papa considera como su hogar.
Es más ambigua su relación con el resto de la Iglesia cuyo último documento cuestionó durísimamente días atrás, lo que no faltó quien anoche vinculara, al menos como sospecha, con el incidente de la supuesta carta recibida. En Gobierno aseguraban de todos modos que nadie quiere que manoseen esa relación que une a Cristina con el Papa y que tampoco lo permitirán.
El hecho es mucho más que un blooper pero en principio no estaría en el ánimo de la Presidenta que pase a mayores, según habría dicho ante sus íntimos en Olivos. Funcionarios kirchneristas defendían su buena fe en la difusión de la misiva y minimizaban incluso su preocupación. Claro que manifestaban que deben estar más alerta. "El sello estaba, el procedimiento es el habitual, la firma, la inicialización del Nuncio y su secretaria que nos dijo que el cable llegó de Roma", relataban por centésima vez al cierre de esta edición. Lo que sí admitían es que la seguridad fue violada, que en Roma o en Buenos Aires falló algún mecanismo, o hubo una mano negra que quiso perjudicar al Papa o a la Presidenta de la Nación.
La fiesta y el Tedeum, siguen en pie.