El precio del petróleo es el precio director de la energía a nivel mundial. Más tarde o más temprano los precios de todas las formas de energía terminan alineándose con ese precio. En las últimas semanas ha tenido una caída espectacular, ubicándose en torno a los u$s 64 el barril, que en la primera mitad del año se cotizaba a u$s 100.
Ya hay efectos de corto plazo en la economía de los actores: a) los países importadores de energía (vg. Argentina) se benefician porque disminuye rápidamente la factura importadora; b) los exportadores (Venezuela) se perjudican porque bajan sus ingresos y tambalean sus economías; c) los consumidores de países con economías energéticas abiertas y competitivas (USA; OECD) se benefician porque inmediatamente baja el precio en el surtidor y ello actúa como un incremento del salario real y un reactivador de la economía; d) finalmente las empresas petroleras pierden porque bajan sus acciones.
A la Argentina la toca de cerca. Beneficio: las importaciones energéticas que fueron de u$s 12.000 millones en 2013, de mantenerse los actuales precios durante 2015, podrían para las mismas cantidades bajar a u$s 9000 millones . La cifra no es menor en un país con cepo y caída de reservas como Argentina. Perjuicio: YPF, que en sus balances trimestrales muestra ganancias extraordinarias en pesos, pierde valor en los mercados donde cotizan sus acciones: en Nueva York la ADR vale un 15% menos que a principio de 2014 y en la Bolsa de Buenos Aires la acción en $ vale solo un 9% más que a principios de año. No recuperó ni la inflación a pesar que el incremento de los combustibles en el mercado interno fue del 60% anual.
Ante estos hechos cabe la pregunta acerca de qué pasaría en nuestro país si la baja de los precios del crudo se mantuviera en el tiempo y se transformara en una cuestión permanente. Y en este caso qué decisiones estratégicas debería tomar la Argentina no confundir con Cristina más allá de 2015.
Con precios de 65 u$s/b a largo plazo la viabilidad de Vaca Muerta está comprometida. Es más: si el precio del gas natural en el único país del mundo que produce shale gas en forma industrialmente competitiva (USA) se fijara como precio máximo en Argentina (aprox. 3,00 u$s/MMBTU en boca de pozo) la producción argentina -que hoy es subsidiada con un precio de 7,5 u$s/MMBTU-sería directamente inviable.
Los consumidores argentinos campo, industria y público en general dependen de un oligopolio fuertemente concentrado, liderado por la empresa YPF, del cual son cautivos. Este oligopolio es una corporación que tiene actores primarios y secundarios: los primarios son las principales empresas productoras de crudo y gas, y asociados a ellas los gobiernos de las provincias productoras de hidrocarburos. Los actores secundarios son los pequeños productores que no mueven el amperímetro. Los actores primarios se han expresado ya claramente: si el precio del crudo baja en el mercado mundial el precio interno no debería bajar.
¿Qué haría el gobierno argentino si se dieran esas circunstancias? La historia nos da una pista: los gobiernos de provincias petroleras se ponen codo a codo con las empresas que no quieren pérdidas de rentabilidad y con los sindicatos petroleros que si algo no toleran es la caída del salario real de su gremio. El gobierno (actual) es provinciano y petrolero; además está jugado a Vaca Muerta, y le ha dejado a YPF ocupar el centro de le escena. Es posible, entonces, que en el 2015 el Gobierno K se vuelva a mostrar como un gran defensor del statu quo.
Un camino alternativo consistiría en aprovechar el momento para blanquear el desmanejo energético de los últimos años. Asumir que la caída productiva de los hidrocarburos es la más grande de la historia y que el país es cada vez más dependiente de las importaciones de combustibles y que esto continuará en los próximos años.
En este contexto el siguiente podría ser un menú de decisiones estratégicas para Argentina:1) alinear los precios internos mayoristas de los combustibles con los precios importación de los mismos; 2) fijar los precios de cuenca para el crudo en función de los valores de exportación de crudo de los puertos argentinos; 3) trasladar al consumidor el beneficio de las bajas en los precios internacionales, y que éste asuma el riesgo de las subas; 4) esto se podría combinar con el diseño de un fondo anticíclico que compense fluctuaciones momentáneas.
Lo anterior significa admitir que Argentina ya no es más el país autoabastecido que fue y que ahora es un importador neto. Esto llevaría a un alineamiento de la economía petrolera argentina con la internacional, lo que actuaría también como un incentivo a la competitividad de la industria de bienes y servicios petroleros; y además promovería una convergencia de la competitividad laboral nacional con la internacional (igual salario para igual productividad).
Una rebaja en el precio de los combustibles gas oil y naftas en el surtidor de 30% en los precios de venta podría, simultáneamente, disimular sin que el bolsillo del consumidor lo note un incre mento en los precios de gasnatural para absorber por lo menos los precios de las importaciones gasíferas que son crecientes y por cuya causa Enarsa recibe en 2014 subsidios anuales de origen presupuestario de unos $ 40.000 millones.