La elección mostró un fracaso de lo que intentó ser una tercera fuerza entre oficialismo y oposición. Provincias Unidas representó la coalición de seis gobernadores: Córdoba (Llaryora), Santa Fe (Pullaro), Chubut (Torres), Jujuy (Sadir), Corrientes (Valdés) y Santa Cruz (Vidal).

Estos seis distritos reunían más del 20% del padrón electoral del país, pero en votos no llegaron al 6% y sus protagonistas no han demostrado hasta ahora demasiada voluntad de continuar con el proyecto hacia adelante. Cabe recordar que en la elección los porcentajes totales fueron 41% para La Libertad Alianza y sus aliados y 31% para el peronismo en sus diversas expresiones.

Ahora parece llevarse adelante un intento de tercera fuerza en el ámbito parlamentario, y en especial en la Cámara de Diputados. En ella se ha dado una polarización entre cerca de un centenar de diputados de La Libertad Avanza y un sector del PRO -que no integra un interbloque pero manifiesta su intención de apoyar las iniciativas del Gobierno-, y algo más de ochenta que continúan respondiendo al peronismo, más allá de sus divisiones y enfrentamientos, y la media docena de diputados de izquierda, que pueden sumarse como aliados del peronismo en la mayoría de los casos.

En el medio de ambos agrupamientos, que son el eje de los dos términos de la polarización, queda una cantidad de diputados de algo más de cuarenta. Es en este ámbito en el cual el fracaso electoral de Provincias Unidas intenta encontrar un ámbito de existencia como tercera fuerza.

Pero el proyecto no resulta fácil. De las entre dieciocho y veinte bancas que esperaba tener este agrupamiento, terminaron siendo entre diez y doce. El bloque que supo articularse en la primera parte de gobierno de Milei, presidido por Miguel Ángel Pichetto, que llegó a tener aproximadamente veinte diputados, hoy se encuentra reducido a media docena. Cabe recordar que en el gobierno de Macri este legislador llegó a encabezar un bloque de senadores peronistas anti kirchneristas que pasaba de los veinte senadores y permitió la gobernabilidad de Macri. El radicalismo, dividido en por lo menos tres sectores, se muestra fracturado e indeciso entre sumarse a alguno de los dos términos de la polarización, o a un intento de fuerza intermedia.

En concreto, el proyecto parlamentario de tercera fuerza consiste en reunir aproximadamente entre treinta y cuarenta legisladores que puedan definir las decisiones del Congreso, negociando principalmente con el oficialismo. Esta dirección está determinada por algo obvio: quien está en el poder tiene más para negociar que quien no lo está.

Los diputados que pueden protagonizar este proyecto se encuentran trabajando en él, pero todavía sin logros tangibles. Están todavía en la etapa de exploración, que en política suele llamarse “conversación”. El problema son los tiempos. Para el inicio del nuevo periodo parlamentario falta menos de un mes. Para tener éxito, las negociaciones o acuerdos deberían realizarse rápidamente, como intenta hacer el Gobierno.

La conformación de las comisiones de diputados puede ser una situación que acelere y contribuya al éxito del bloque de esta tercera fuerza, pero también puede precipitar su fracaso. En ello parecen trabajar los operadores del oficialismo, que piensan serán los principales beneficiarios del fracaso parlamentario de Provincias Unidas.

En el ámbito provincial no ha quedado ningún referente con proyección nacional que pueda contribuir al éxito de la tercera fuerza en Diputados. Los gobernadores han sido derrotados en sus provincias y el político del sector de mayor trascendencia nacional, que era el exgobernador cordobés Juan Schiaretti, parece haber perdido su proyección en ese ámbito.

En cuanto a los diputados, figuras que se han movido con relativo éxito en este ámbito, como Miguel Ángel Pichetto y Emilio Monzó, trabajan con entusiasmo, pero todavía no aparecen resultados concretos. La derrota ha sido muy fuerte y una revancha dentro de dos años no parece ser una motivación suficiente para resolver problemas inmediatos.

Emilio Monzó, Nicolás Massot y Miguel Ángel Pichetto (Encuentro Federal)

En el mundo occidental la polarización política tiende a imponerse, limitando los proyectos de centro en términos políticos y potenciando los enfrentamientos ideológicos de la polarización, y eso está sucediendo ahora en Argentina.

Pero la política estadounidense muestra claros signos de una confrontación que va más allá de una elección y que complica la gobernabilidad, como ha sucedido con el llamado “shut down” y las eventuales consecuencias políticas del Caso Epstein. El Reino Unido si hoy fuera a elecciones, podría imponerse Nigel Farage, el líder del Brexit que hoy es expresión del voto de protesta de la derecha nacionalista. Francia se encuentra sumida en una crisis que ha superado a los partidos y coaliciones que han gobernado el país en las últimas décadas. Alemania muestra el surgimiento de una fuerza nacionalista de ultraderecha que complica, o incluso impide, los acuerdos del pasado.

En América Latina la política se está polarizando y ello se ve en la mayoría de las recientes elecciones (presidenciales, legislativas o referéndums), como las sucedidas en El Salvador, Paraguay, Bolivia, Ecuador y Argentina, que han mostrado triunfos predominantes de los aliados de Trump en la región, algo que podría suceder también en la segund vuelta de la presidencial chilena.

Hacia adelante, las próximas elecciones presidenciales en Perú, Colombia y Brasil muestran a fuerzas más cercanas a los Estados Unidos con posibilidades de ganar, aunque muchas cosas pueden suceder en los próximos meses.

En conclusión, el proyecto de un tercer gran bloque parlamentario que pueda ser el fiel de la balanza en la Cámara Baja parece lógico y necesario para moderar la polarización política argentina, pero difícil de implementar en los hechos concretos durante las próximas semanas, durante las cuales el diálogo entre la Casa Rosada y los gobernadores seguirá siendo central.