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Durante décadas, el ideal de crecimiento empresarial se ha medido en cifras de ventas, capital o expansión internacional. Sin embargo, un grupo de emprendedores demuestra que es posible redefinir el éxito mediante otro criterio: el impacto ambiental y social. Este enfoque ya no es marginal: comienza a resonar en la visión global sobre el propósito de las grandes empresas.

El caso más emblemático es el de Yvon Chouinard, fundador de Patagonia, quien optó por entregar el 100% de la propiedad de su grupo a un fideicomiso comprometido con la defensa del planeta.

Tim Davis

No fue un gesto simbólico: fue una revolución estructural. Dejó claro que, en su visión, era preferible dedicar el valor de su empresa a proteger la biodiversidad, combatir la crisis climática y apoyar comunidades vulnerables, antes que maximizar sus ganancias personales.

El giro radical que remueve el mundo empresarial

Este empresario dejó claro su decisión sin medias tintas: "La Tierra es ahora nuestra única accionista. Todos los beneficios se dedicarán a salvar el planeta". La intención no fue vender la empresa ni sacarla a bolsa, sino transformarla en fuente de financiación perpetua para la acción ambiental.

Para ello, creó dos entidades complementarias: el Patagonia Purpose Trust, que custodiará el control empresarial, y el Holdfast Collective, una organización sin fines de lucro que recibirá el 100% de los beneficios no reinvertidos en el negocio.

Esto garantiza que la venta de ropa outdoor no se convierta en un fin perseguido por los accionistas, sino en un medio para financiar soluciones ambientales.

Chouinard no buscó ventajas fiscales: él mismo reconoció que pagó USD 17,5 millones en impuestos por donar sus acciones y que, a diferencia de otros millonarios, no se acogió a deducciones tributarias. Su objetivo: impedir cualquier derivación del valor de Patagonia hacia un modelo de lucro convencional.

Más allá de la filantropía: una nueva forma de capitalismo

Mientras empresarios como David Vélez, fundador de Nubank, o el banquero Jaime Gilinski, uno de los hombres más ricos de Colombia, construyen su legado desde el sector financiero, Yvon Chouinard optó por un camino opuesto: ceder el control total de su empresa para combatir la emergencia climática.

En vez de diversificar inversiones o escalar patrimonios personales, su decisión fue convertir el capital acumulado en un instrumento de bien común.

La operación de Chouinard es disruptiva en varios frentes. Primero, redefine el concepto tradicional de accionista: reemplaza al propietario por la misma Tierra. Segundo, convierte a Patagonia en una herramienta de impacto continuo y multiplataforma, aportando aproximadamente USD 100 millones anuales para conservación y justicia ambiental, según cifras de la empresa.

Este modelo rompe con la lógica de rendimiento financiero a corto plazo, al permitir que el negocio siga operando como siempre, pero sus ganancias sirvan a una misión superior y colectiva. Como dijo Chouinard, "en lugar de cotizar, podrías decir que vamos hacia un propósito.

El impacto social de esta decisión plantea una pregunta urgente: ¿están preparados los inversores y los organismos reguladores para reconocer el valor potencial de esta forma de capitalismo responsable? Por el momento, ya ha encendido las alarmas en sectores financieros, políticos y ambientales.

Inspiración global: lo que está dejando Patagonia

El movimiento de Chouinard ha sido calificado como un punto de inflexión en filantropía corporativa. Para muchos expertos, abre un camino para que más dueños de empresas consideren donar sus compañías sin perder control sobre su misión. Al menos así lo vaticinan líderes del sector.

En palabras del Center for Effective Philanthropy: "Este tipo de estructura se convierte en un modelo para fundadores que buscan mantener los valores empresariales y, al mismo tiempo, direccionar recursos a largo plazo hacia causas sociales".

Ejemplos previos, como los de Douglas y Kristine Tompkins en la región de los Andes, ya habían adelantado esta obsesión por el patrimonio ambiental. Sin embargo, el caso de Patagonia sube la apuesta, porque involucra una marca global, rentable y reconocida por su coherencia ética.

La repercusión mediática fue inmediata: reforzó la imagen de Patagonia como una empresa B Corp que no se limita al marketing, sino que acompaña sus acciones con medidas estructurales que consolidan su compromiso ambiental y social.

¿Qué puede aprender el mundo empresarial?

Aunque la acción de Chouinard se inspiró en urgencias personales y ambientales, su impacto se extiende a varios niveles:

  • Recomienda evaluar el propósito de las empresas, más allá del retorno económico.

  • Inspira a fundadores que, al igual que él, podrían decidir no heredar sus activos o escalar su negocio bajo parámetros tradicionales.

  • Impulsa el debate sobre la propiedad responsable, que combina control, misión y destino financiero.