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Investigadores han confirmado que microbios enterrados en capas de permafrost pueden reactivarse después de milenios y poner en marcha procesos biológicos que liberan carbono al ambiente. Experimentos con sedimentos extraídos cerca de Fairbanks mostraron que formas de vida muy antiguas recuperan actividad y comienzan a metabolizar materia orgánica cuando las temperaturas suben.

Los hallazgos provienen de ensayos controlados donde muestras profundas, conservadas a lo largo de decenas de miles de años, se incubaron a temperaturas que simulan veranos más cálidos. El resultado: comunidades microbianas que dormían desde hace miles de años despiertan, se reestructuran y, con el tiempo, generan gases como CO₂ y metano.

Cómo se detectó la reactivación microbiana

El equipo de Tristan Caro, investigador posdoctoral en geobiología en el California Institute of Technology, empleó métodos isotópicos y trazadores para distinguir células realmente activas de material inerte. Al añadir marcadores al agua de incubación, pudieron ver que algunas bacterias reconstruían membranas y sintetizaban compuestos asociados a la resistencia al frío.

La situación de los microbios que surgen del deshielo obliga a repensar mapas de riesgo y obra pública en algunas regiones.
La situación de los microbios que surgen del deshielo obliga a repensar mapas de riesgo y obra pública en algunas regiones.

La actividad inicial fue lenta (apenas una fracción de células se renovaba al día), pero tras varios meses las comunidades perdieron diversidad, formaron biofilms y aumentaron su metabolismo, un patrón que sugiere que el deshielo prolongado permite completar ese arranque biológico.

Emisiones y riesgo de retroalimentación climática

Los suelos árticos almacenan cantidades enormes de carbono orgánico; si la materia enterrada se convierte en CO₂ o metano, el calentamiento podría acelerarse. Los científicos alertan del peligro de una retroalimentación: más calor, más descongelación, más emisiones.

Distinguir entre gases antiguos atrapados y los recién producidos por microbios es clave para predecir el impacto real. Esa separación requiere mediciones de flujo de gases, datos isotópicos y seguimiento de la profundidad del deshielo.

Implicaciones para infraestructura y comunidades locales

El permafrost sostiene carreteras, viviendas y ecosistemas; su inestabilidad obliga a repensar mapas de riesgo y obra pública en regiones como Alaska, Siberia y Norte de Canadá. Además, el deshielo afecta a comunidades indígenas que dependen de un suelo predecible.

Aunque el estudio se limita a una localización y un número reducido de muestras, plantea lecciones prácticas: priorizar monitoreo de capas profundas, mejorar modelos climáticos e integrar estos procesos en políticas de mitigación si se quiere evitar que la naturaleza misma convierta sus reservas en combustible para el calentamiento.