Muhammed Kendirci, un adolescente de 15 años, murió en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Universitario de Investigación y Aplicación de Harran, tras batallar durante cinco días en estado crítico. El joven fue víctima de una agresión por parte de dos compañeros de trabajo el pasado 14 de noviembre en la localidad de Bozova, Turquía.
Medios turcos detallaron que los dos agresores inmovilizaron a Kendirci sujetándole las manos, le sacaron sus pantalones e introdujeron una manguera de aire a alta presión en su cuerpo. El incidente fue reportado como una supuesta “broma”.
La brutal agresión le ocasionó daños internos severos, lo que requirió una intervención médica de urgencia y su inmediato traslado. Tras pasar por el Hospital Estatal Bozova Mehmet Enver Yıldırım y ser derivado al Hospital Estatal Balıklıgöl, finalmente fue transferido al Hospital Universitario de Investigación y Aplicación de Harran. Las lesiones críticas en sus órganos fueron la causa de su deceso.
¿Qué se sabe hasta el momento sobre los asesinos de Muhammed Kendirci?
Las autoridades turcas, citadas por el medio El Tiempo, revelaron la identidad de uno de los individuos señalados en el trágico suceso: se trata de Habip Aksov, quien laboraba en el taller de carpintería donde Muhammed Kendirci se desempeñaba como aprendiz.
Aksov fue arrestado durante las indagaciones iniciadas tras la denuncia formal presentada por la familia del joven. Aunque inicialmente fue puesto en libertad provisional, la parte defensora impugnó la decisión. Gracias a esta apelación, un tribunal de guardia ordenó su nueva detención.
El otro involucrado sigue evadiendo a la justicia
La identidad del segundo hombre, quien también era colega del joven de 15 años y amigo del detenido, todavía no ha sido revelada públicamente. Actualmente, permanece en fuga.
Tras las pericias realizadas por el Instituto de Medicina Forense, el cuerpo del menor fue entregado a sus allegados. El medio Milliyet reportó que su padre, Ahmet Kendirci, se encontraba visiblemente afectado, hasta el punto de apenas poder mantenerse en pie al recibir los restos de su hijo.