Tomando cierta distancia de que toda ficción literaria si viene de Colombia tiene que estar salpicada por el tráfico ilegal de sustancias, El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez, novela ganadora del Premio Alfaguara 2011, busca ir más allá de la "narconovela". Se cuela en las vidas privadas de sus victimas, se instala en sus fibras más íntimas. Sean estas inocentes o culpables. En este caso, víctimas al fin.
La novela cuenta la historia de una amistad que no pudo ser, truncada desde el comienzo. La de Ricardo Laverde y Antonio Yammara, quienes pese a ser de dos generaciones diferentes confluyen circunstancialmente hasta que sucede la muerte del primero. Muerte que, cual efecto dominó, es determinante en la vida futura del segundo.
A la vez, Vásquez en su intensa novela narra dos historias de amor en paralelo, en tiempos donde distintas generaciones de colombianos se vieron sacudidos por el terror y la violencia generados por el narcotráfico. Pero lo hace, sin hablar del narcotráfico en sí.
En un intento de desmenuzar el complejo entramado en que se que vio urdida Colombia desde hace cuarenta años hasta la actualidad, Maya, la hija de Ricardo Laverde, retoma los dichos de su madre: "al principio del negocio todos eran unos inocentes me dijo, no que eran inocentes, sino unos inocentes".
Manteniendo el suspenso a lo largo de sus 260 páginas, la premiada novela repasa los años 70, desde que los Estados Unidos empezaron su llamada Guerra contra las Drogas. "La generación que nació con los aviones, con los vuelos llenos de bolsas y las bolsas llenas de marihuana" dirá Antonio, el narrador de la historia y especie de alter ego del autor.
Pero también están los sangrientos e impunes años 80 y los sangrientos y no menos impunes 90, antes y después de la muerte Pablo Escobar. Que a Colombia, en importancia, esta fecha es lo que al Cristianismo el Antes y Después de Cristo.