Antes de llegar a ser una de las músicas más importantes de la Argentina contemporánea, Liliana Herrero conoció los claustros universitarios en su rol de docente de filosofía. Bien lejos quedó aquella época, incluso ella misma tal vez prefiera que la profesora no vuelva sobre la cantante. Sin embargo, hay algo en cada gesto, postura y transmisión de sus palabras a la hora de cantar o hablar sobre el escenario que hace imposible no ver a la catedrática en feliz armonía con la artista.
El viernes pasado alrededor de las 21 horas, una entrerriana tímida y minúscula apareció en el escenario para presentar su último disco, “Maldigo”, ante un Teatro Coliseo a tope de gente. Segundos después de su aparición, toda timidez fue vencida cuando echó a andar “Bagualín” la canción de Fernando Barrientos que abre el disco. Le siguió “La Garra del corazón” de Fernando Cabrera; “Marte”, de Tomás Aristimuño; “Oye niño”, de Miguel Abuelo; y “Run Run se fue pa’l Norte”, de Violeta Parra.
Como una planchadora que se ocupa cuidadosamente de pasar su artefacto por cada pliego de una prenda, Herrero fue presentando cada canción y su respectivo autor. Ni bien iniciado el concierto, se ocupó de mencionar y agradecer a todos y cada uno de los trabajadores que formaron parte del disco y de ese concierto. Desde Nora Lezano y Marcos Crapa que hicieron las fotos hasta a los utileros estables del teatro. Desde Atahualpa Yupanqui a quien interpreta en “Trabajo, quiero trabajo” hasta al Cuchi Leguizamón, a Juan Falú y a Guillermo Klein, a quienes dedicó el concierto .
Son canciones de rabia y furia las elegidas para “Maldigo”. Canciones con las que la catedrática invita “a pensar la patria en serio”. Agradeció la presencia de Martín Sabbatella, titular de la Afsca, en la platea y lo invitó a “ir por más, pero ir todos juntos, los que pensamos de una manera y los que piensan de otra”. No hay ingenuidad ni falsos postulados en sus palabras. Es que Herrero tiene la altura suficiente como para sentarse en la mesa de 678 a la vez que subirse a un escenario en Córdoba con una remera con la leyenda de “No a Monsanto” o cantar a favor de los Qom. Por mencionar sólo dos temas sensibles al gobierno nacional, por el que no disimula su simpatía pero tampoco esconde su sentido crítico.
El único cantante invitado de la noche fue el santiagueño Raly Barrionuevo. Hay complicidad entre ambos. Se miran, se tocan y se cuidan de una manera muy fraternal al momento de cantar. Primero hicieron la muy norteña “Pastor de las nubes” (de Manuel J. Castilla y Fernando Portal) y luego la bellísima “Niña fuego de la América sangrada”. Canción que grabaron juntos en Rodar, el último disco de Barrionuevo.
Liliana no está sola. Sus “queridos compañeros” de banda, dan solidez y armonía en cada momento del show. Muy distinto a lo que suelen hacer la mayoría de los artistas, Herrero presentó a sus músicos luego del segundo tema: Pedro Rossi (guitarras), Ariel Naón (bajo y contrabajo), Martín Pantyner (vientos), Mario Gusso (percusión y batería). Invitados: Mauricio Bernal (marimba) y Lucio Balduini (guitarra eléctrica).
Tras una hora y media de recital, donde hubo lugar para muy pocos temas de su antiguo repertorio, “La casa de al lado” entre ellos, llegó el momento de los bises. Llamado nuevamente al escenario, Raly y Liliana terminaron la noche con una conmovedora versión de “No soy un extraño” de Charly García y “Bagualerita”, de Luis Alberto Spinetta.
FOTOS: LAURA HISSA