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La industria de alimentos y bebidas se encuentra ante una oportunidad histórica. Con estabilidad macroeconómica y reformas estructurales en agenda, 2026 puede marcar el inicio de una nueva etapa de crecimiento, competitividad y protagonismo global para la Argentina.

Nuestra agroindustria es una potencia alimentaria subutilizada. Producimos todo lo que el mundo demanda, pero aún lo hacemos por debajo de nuestro verdadero potencial competitivo. El desafío es consolidar esa base productiva en un proyecto sostenido de transformación estructural y desarrollo.

La industria de alimentos y bebidas es el principal motor productivo del país: aporta el 30% del PBI industrial, genera más de 416.000 empleos formales y sostiene un superávit comercial de u$s 30.000 millones. Pese a ese aporte, enfrentamos desventajas que nos frenan frente a otros países que lograron duplicar su tejido exportador en los últimos 25 años. Del universo de 14.700 empresas, solo una de cada doce registra operaciones de exportación. Potenciar esa actividad, con más valor agregado y mayor presencia global, es la meta que debemos proponernos como país.

Competitividad: el desafío central

Para lograrlo, Argentina necesita una agenda de competitividad sistémica: fiscal, laboral, logística y comercial, entre otros.

No hay desarrollo posible sin una reforma fiscal que alivie la carga impositiva, elimine impuestos distorsivos y simplifique el sistema tributario. Hoy, casi la mitad del precio que paga una familia por alimentos son impuestos, mientras que en los principales países exportadores de alimentos y bebidas esa carga fiscal no supera el 30%.

También es urgente modernizar el mercado laboral: actualizar convenios colectivos para que reflejen las nuevas tecnologías y modalidades de trabajo, reducir la litigiosidad que desalienta el empleo formal y simplificar cargas no salariales que duplican el costo del salario de bolsillo. El objetivo es contar con un marco laboral que acompañe la realidad productiva actual y promueva la creación de empleo de calidad.

A ello se le suma la necesidad de invertir de forma sostenida en infraestructura de transporte y servicios logísticos que mejoren la conexión entre la producción, los puertos y los mercados internacionales. Los costos logísticos en Argentina superan en un 40% el promedio regional. Sin una red eficiente, cada mejora productiva se pierde en los costos del sistema.

Previsibilidad para invertir y exportar más

Cabe destacar que el sector privado ha mostrado, aun en contextos adversos, una notable capacidad de resiliencia e inversión. Lo que hace falta ahora es previsibilidad y políticas de Estado que simplifiquen, desregulen e integren a la Argentina al mundo.

En línea con esto último, necesitamos una política comercial más activa, que impulse nuevos acuerdos internacionales y el acceso efectivo a distintos mercados. Y también un Congreso dispuesto a acompañar con visión de largo plazo las decisiones que nos permitan proyectarnos globalmente.

2026 implicará, para la agenda que impulsa COPAL, un punto de inflexión. En este marco, hemos anunciado la Feria Argentina Alimenta, un evento internacional que realizaremos junto a La Rural S.A., la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional y FIRA Barcelona. Este encuentro busca concretar el acceso a nuevos mercados para nuestras empresas y lograr una verdadera cultura exportadora agroindustrial argentina.

Esta feria puede marcar el inicio de una nueva etapa para nuestro sector: la de consolidarnos como potencia alimentaria global, con valor agregado y mirada estratégica, y proyectar la marca argentina a cada góndola del planeta.

Un nuevo liderazgo para un nuevo ciclo

Desde Copal consideramos que este es el momento de construir consensos que trasciendan los ciclos políticos y coloquen al desarrollo productivo en el centro de la agenda nacional, en especial la de nuestra agroindustria, como motor decisivo de la Argentina que viene.

Transformar potencial en liderazgo también implica nuevas dinámicas de construcción de acuerdos. Las cámaras sectoriales tenemos la responsabilidad de ser espacios de diálogo efectivo, donde las diferencias se concilien y se conviertan en propuestas, y la competencia intersectorial en cooperación.

Argentina necesita menos diagnósticos y más decisiones compartidas. Desde la entidad queremos ser parte activa de esa nueva forma de liderar: una que se construye escuchando, articulando y haciendo.

La cooperación es la tarea más importante que tenemos por desarrollar. Esa será la verdadera medida de nuestro liderazgo: la capacidad de unir visiones, generar confianza y convertir el debate en acción.