En 2025 la ciudadanía le otorgó al gobierno un nuevo cheque de confianza. No lo hizo por resignación, sino con la esperanza de que, haciendo un esfuerzo más, esta vez sí sea posible llegar a algo mejor. No hay euforia, pero tampoco desánimo: hay expectativa y, sobre todo, una demanda de resultados. Para cumplir esa promesa, el gobierno deberá priorizar tres pilares: estabilidad, crecimiento e instituciones sólidas.
Blindar la estabilidad
La estabilidad macroeconómica alcanzada en 2024 y 2025 fue un logro significativo. Pero el equilibrio fiscal no se consolida por decreto: necesita reformas de fondo que garanticen su sostenibilidad a futuro. La más urgente es la reforma previsional, que debe ser socialmente justa y fiscalmente responsable.
Un rediseño del sistema previsional que combine una fórmula de movilidad automática y previsible con una revisión de regímenes especiales y subsidios implícitos podría mejorar simultáneamente tanto los ingresos reales de la mayoría de los jubilados como el balance fiscal. Según las simulaciones más recientes de Cippec y el Banco Mundial, un esquema de actualización semestral basada en recursos disponibles, con una recomposición inicial para los haberes más bajos y una convergencia gradual de los regímenes diferenciales, permitiría reducir la desigualdad entre beneficiarios y mejorar el resultado primario en cerca de un punto del PBI en tres años.
Esto liberaría recursos y ofrecería una señal clara de sostenibilidad a los mercados.
Blindar la estabilidad es una precondición para reconstruir la confianza: una estabilidad duradera aporta credibilidad.
Crecer
Ya contando con cierta estabilidad de base, el desafío ahora es crecer. Crecer o crecer: no hay alternativa. Argentina no puede volver a los ciclos de ilusión y desencanto que marcaron su historia. Tenemos todo lo que el mundo demanda (energía, alimentos, minerales críticos, conocimiento), pero seguimos sin lograr capitalizarlo plenamente.
Para hacerlo, debemos remover los obstáculos que frenan a nuestros sectores productivos con mayor potencial y fortalecer los bienes públicos que hacen posible su expansión: infraestructura, conectividad, innovación y ciencia aplicada.
El crecimiento no puede pensarse desde Hipólito Yrigoyen 250. Argentina es un país diverso, y su estructura productiva también lo es. Necesitamos una estrategia que se construya desde el territorio, con los sectores productivos sentados a la mesa, articulando gobiernos provinciales, actores sociales, sindicatos y empresas.
Solo así podrá surgir un modelo de crecimiento arraigado, que responda a necesidades reales, que multiplique oportunidades y genere valor agregado local.
Pero el crecimiento solo será sostenible si se traduce en empleo de calidad. Es necesario reconocer que muchos de los sectores más dinámicos y de mayor potencial no son los más intensivos en trabajo. Por eso, debemos pensar encadenamientos productivos y de servicios estratégicos que expandan el impacto del crecimiento sobre el empleo.
La clave está en vincular productividad con educación y formación: anticipar qué habilidades se van a demandar, formar para ellas y garantizar que nadie quede atrás. Un país que no invierte en su gente no puede sostener su crecimiento, ni social ni políticamente.
Instituciones sólidas
La Argentina (al igual que buena parte de los países del mundo) atraviesa una crisis de legitimidad, y no es casual: tenemos el mismo PBI que hace cuarenta años y más de quince sin crear empleo privado neto. Los malos resultados erosionan la confianza en la política, en las instituciones y en las reglas.
La única manera de revertir esa desconfianza es mejorar la eficacia institucional.
Para lograrlo, hay que animarse a revisar el modelo que nos trajo hasta acá. Muchas cosas dejaron de funcionar (o nunca lo hicieron), pero otras sí funcionan y deben fortalecerse. Necesitamos instituciones más eficaces y transparentes, que tomen decisiones basadas en evidencia, que rindan cuentas, que sean capaces de aprender y corregir.
La democracia no es un lujo: es una condición del desarrollo. A la prosperidad se llega con más democracia, no con menos. No solo por convicción, sino también por estrategia: sin instituciones sólidas, ningún proyecto de crecimiento es duradero.
Una oportunidad histórica
El próximo puede ser el año en que la Argentina pase de la estabilización al crecimiento sostenido. Un país que solo ajusta se agota; un país que solo gasta se endeuda. El equilibrio duradero vendrá cuando logremos crecer de manera sostenida, creando empleo y ampliando oportunidades.
Después de estabilizar, el desafío es crecer. Y esta vez, no hay margen para no hacerlo.
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