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El avance de la biotecnología ya no se limita a los laboratorios humanos: ahora, los perros se convirtieron en protagonistas de dos ensayos clínicos que podrían marcar un antes y un después en la lucha contra el envejecimiento.

El objetivo es ambicioso: desarrollar un medicamento que aumente la esperanza de vida de las mascotas y que, en un futuro cercano, también pueda aplicarse en humanos.

La píldora experimental para alargar la vida de las mascotas

Uno de los proyectos más grandes se conoce como STAY, impulsado por la startup Loyal. Más de 1.300 perros participan en este ensayo, donde se les administra diariamente una pastilla llamada LOY-002, destinada a canes de edad avanzada y de tamaño pequeño.

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Según la empresa, el tratamiento tendría efectos similares a los de la restricción calórica, una práctica que en estudios previos mostró beneficios en la longevidad animal. Aunque los resultados completos no estarán disponibles hasta 2026, el sector científico observa con atención este avance, respaldado por más de 150 millones de dólares de inversión.

El Dog Aging Project y la rapamicina

El segundo gran ensayo es TRIAD, parte del Dog Aging Project, liderado por investigadores de la Universidad de Washington. En este caso, alrededor de 850 perros reciben distintas dosis de rapamicina, un fármaco con propiedades inmunosupresoras que ya demostró en ratones un incremento de hasta un 30% en la esperanza de vida.

Lo más llamativo es que los primeros resultados muestran mejoras en la salud cardíaca de los animales tratados, lo que aumenta las expectativas de que el medicamento pueda convertirse en una herramienta clave contra el envejecimiento.

¿Qué significaría para los humanos?

Los científicos calculan que, si los efectos se trasladaran a las personas, un aumento del 30% en la longevidad equivaldría a vivir entre 12 y 24 años más. Esto podría llevar la esperanza de vida media de los 80 años actuales a superar la barrera de los 100.

Aunque todavía es pronto para hablar de aplicaciones directas en humanos, los especialistas coinciden en que los perros son un modelo ideal para este tipo de estudios, ya que comparten hábitat y costumbres con nosotros, a diferencia de los ratones de laboratorio.