La llegada de Donald Trump nuevamente al centro del poder en Estados Unidos marcó un punto de inflexión en la diplomacia de China. Esta vez, Xi Jinping no pretende responder con cautela ni esperar las decisiones de Washington: su gobierno ha decidido asumir una postura más firme, selectiva y calculada, orientada a proteger los intereses estratégicos del país y a mantener la iniciativa en los temas que más preocupan a Trump.
En los últimos meses, Beijing ha reforzado su control sobre sectores críticos como las tierras raras y las tecnologías emergentes, enviando una señal inequívoca a la Casa Blanca: cualquier intento de presión comercial o tecnológica será respondido con medidas de igual o mayor impacto.
Una nueva fase en la rivalidad entre China y Estados Unidos
Durante el primer mandato de Trump, las respuestas de Beijing solían ser prudentes, pensadas para evitar una escalada de tensiones. Pero ahora, fuentes cercanas al gobierno chino aseguran que Xi Jinping ha adoptado un enfoque distinto. "China ya comprendió cómo negocia Trump y ahora aplica su propio manual de máxima presión", señalaron analistas consultados por The Wall Street Journal.
La nueva estrategia combina firmeza política, pragmatismo económico y una dosis de imprevisibilidad. Beijing solo cede en los temas que considera relevantes para su estabilidad interna o que le permitan obtener ventajas concretas, como el acceso a nuevas tecnologías o la reducción de aranceles.
Las tierras raras: la carta más poderosa de Xi
El primer gesto de esta estrategia fue el endurecimiento de las exportaciones de tierras raras, un grupo de minerales indispensables para la fabricación de microchips, baterías y equipos de defensa. China controla cerca del 90% de la producción mundial refinada, lo que le da una posición dominante en la cadena global de suministro.
La decisión generó preocupación en Europa, Japón y Estados Unidos, que dependen de estos materiales para sus industrias tecnológicas. En respuesta, Washington anunció una inversión conjunta con Australia de 3.000 millones de dólares para desarrollar fuentes alternativas, un movimiento que refleja la creciente competencia económica global.
TikTok y la diplomacia del sacrificio calculado
El caso de TikTok es otro ejemplo del pragmatismo chino. Mientras Trump presentó la presión sobre la aplicación como una victoria política, Xi la convirtió en una pieza negociadora. Permitir una venta parcial o imponer condiciones no representaba una pérdida estratégica para Beijing, que prefirió utilizar la aplicación como moneda de cambio para mantener canales de diálogo directos con la administración estadounidense.
Estados Unidos y China: una relación marcada por la desconfianza mutua
Dentro del equipo de Trump, los llamados "halcones" -funcionarios que impulsan una línea dura contra China- han perdido influencia, mientras que empresarios vinculados al sector tecnológico han ganado protagonismo. Entre ellos se destaca Jensen Huang, CEO de Nvidia, quien habría argumentado ante Trump que bloquear las ventas de chips a China podría acelerar el desarrollo tecnológico del gigante asiático. Finalmente, la Casa Blanca revirtió la medida, una señal de que los intereses económicos están pesando más que los políticos.
En paralelo, Xi Jinping ha fortalecido su red de contactos con empresarios estadounidenses influyentes para influir de forma indirecta en las decisiones de Washington, un movimiento que revela un uso cada vez más sofisticado de la diplomacia económica.
Aunque la política de presión estratégica de Beijing le otorga poder de negociación, también implica riesgos. Las amenazas de Trump de imponer aranceles del 100% a los productos chinos o incluso suspender encuentros bilaterales podrían afectar la estabilidad comercial entre ambas potencias.
Sin embargo, China parece preparada para sostener una competencia de largo plazo. Fuentes diplomáticas aseguran que Xi busca una relación transaccional pero controlada, donde cada concesión esté vinculada a una ganancia concreta.