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Imagina que estás disfrutando de un café con tu abuela y, de repente, ella se detiene en medio de una frase, murmurando: "Oh, ¿cuál es la palabra que estoy buscando?" Este momento, que los expertos denominan dificultad para encontrar palabras (WFD, por sus siglas en inglés), puede aparecer mucho antes de que se noten los signos típicos del envejecimiento. Aunque puede parecer un detalle menor, estas vacilaciones revelan mucho sobre el proceso de envejecimiento cerebral.

Se presentan en diversas situaciones, desde conversaciones familiares hasta actividades en el supermercado, e incluso en experimentos diseñados para evaluar el lenguaje. Más que una simple incomodidad, estas pausas pueden ser indicativas de problemas que se desarrollan años antes de que surjan otros síntomas. Investigaciones iniciales han relacionado la WFD con las mismas vías neuronales que se ven afectadas en la enfermedad de Alzheimer.

Científicos encuentran una pista clave para detectar el deterioro cognitivo

Los científicos han observado que una disminución en la fluidez del habla, en lugar de errores ocasionales, se asocia más estrechamente con la salud cognitiva general. Además, estudios recientes sugieren que la capacidad de mantener una conversación fluida está vinculada a una mayor longevidad; aquellos que logran expresarse con facilidad tienden a vivir más que aquellos cuya comunicación se vuelve titubeante.

Dado que la interacción verbal es compleja, los investigadores han desglosado el fenómeno en componentes más simples. Las pausas espontáneas, como "um" o "uh" y esos frustrantes momentos de "en la punta de la lengua" son ejemplos de cómo el significado puede estar presente, pero la palabra no surge. Un grupo de expertos atribuye estas dificultades a una desaceleración general en el procesamiento.

La teoría de la velocidad de procesamiento compara el cerebro a un ordenador antiguo que necesita más tiempo para abrir cada archivo. Aunque las conexiones neuronales siguen activas, lo hacen a un ritmo más lento, lo que provoca un silencio adicional antes de que se pronuncie la palabra correcta. Otra perspectiva, la hipótesis de inhibición, sugiere que las personas mayores tienen problemas para silenciar ideas irrelevantes.

Nombres o conceptos en competencia pueden interferir, dificultando el control mental. Sin embargo, en conversaciones reales, rara vez se observa un torrente de errores, lo que genera dudas sobre si la inhibición es realmente el principal factor. Una tercera teoría se centra en la estructura del lenguaje, imaginando el vocabulario como una red con diferentes niveles: el concepto en la parte superior, la forma de la palabra en el medio y el sonido en la base.

Con la edad, la conexión entre los niveles medio e inferior se debilita, lo que dificulta que el hablante acceda al sonido correcto, aunque el concepto sea claro. Para explorar estas teorías, los investigadores utilizan tareas experimentales. Los participantes observan una imagen, como un perro, mientras escuchan una palabra. Si la palabra es "gato", su significado se superpone y ralentiza la respuesta.

En un estudio, 125 adultos de entre 18 y 85 años participaron en este juego, registrando sus puntuaciones de función ejecutiva y grabando conversaciones para análisis posteriores. Los participantes mayores mostraron una notable desaceleración cuando "gato" aparecía junto a una imagen de un perro.

Estos patrones coincidieron con la teoría de la debilidad en la transmisión neuronal. Sin embargo, al analizar las muestras de habla cotidiana, ni la desaceleración semántica ni el impulso predecían la WFD en situaciones reales. En cambio, el tiempo de reacción general, es decir, la rapidez para mencionar cualquier palabra, se destacó como el mejor indicador. Este hallazgo redirigió la atención hacia la velocidad general del habla.

Algunas investigaciones posteriores confirmaron que el ritmo de la conversación cotidiana refleja la salud cognitiva. Un equipo de la Universidad de Toronto descubrió que quienes hablaban más lentamente también obtenían puntuaciones más bajas en tareas que requerían planificación y concentración. Es importante destacar que las pausas para buscar una palabra no estaban relacionadas con el deterioro cognitivo.

Lo que realmente importaba era la rapidez con la que fluían las oraciones una vez que se encontraban las palabras correctas. Esta distinción ofrece tranquilidad, ya que una breve búsqueda de un sustantivo puede ser simplemente un signo de envejecimiento normal, mientras que una desaceleración progresiva en la fluidez del habla podría ser una señal de alerta antes de que se presenten problemas de memoria.

Los clínicos ahora sugieren que la velocidad del habla debería incluirse en los chequeos cognitivos estándar, junto con otras evaluaciones. El juego de palabra-imagen se presenta como una herramienta rápida y atractiva para detectar cambios sutiles antes de que se conviertan en problemas serios. Al medir tanto la velocidad como la precisión, podría superar a las listas de denominación tradicionales en la identificación temprana de riesgos.

Un software que ya analiza grabaciones en busca de pausas en milisegundos podría alertar a los médicos cuando el ritmo verbal de un paciente se desvíe. Mientras tanto, los hábitos diarios siguen siendo cruciales. Mantener conversaciones, contar historias, jugar con palabras e incluso aprender nuevos idiomas ejercitan esos caminos neuronales.

Así como las caminatas diarias benefician al corazón, el diálogo activo nutre la mente. Y cuando un ser querido se detiene al buscar un nombre, la paciencia es más valiosa que completar la frase por ellos. A veces, la palabra adecuada llega a su debido tiempo, recordándonos que tanto los cerebros como las conversaciones prosperan cuando se les da el espacio necesario para desarrollarse. Esta información fue compartida por Earth.com.