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El hígado graso se convirtió en una de las afecciones más frecuentes entre adultos y jóvenes, y su avance está directamente vinculado con la alimentación y los hábitos diarios. Los especialistas coinciden en que, aunque puede generar complicaciones serias, también es una condición reversible cuando se adoptan cambios sostenidos en la dieta y se incorporan nutrientes que favorecen la desinflamación y la regeneración del tejido hepático.

En los últimos meses distintos equipos médicos destacaron qué vitaminas y minerales cumplen un papel clave en este proceso. Además del magnesio, que ya es conocido por su vínculo con el metabolismo, surgieron otros nutrientes capaces de mejorar la función hepática y, al mismo tiempo, optimizar el sistema digestivo.

¿Cómo reducir el riesgo de hígado graso según los expertos?

Los especialistas mencionan que la vitamina B12 y el ácido fólico mejoran el procesamiento de las grasas y contribuyen a un funcionamiento más eficiente del hígado. También subrayan el rol de la vitamina E, un antioxidante que protege las células hepáticas frente al desgaste y favorece la desinflamación. Estos nutrientes ayudan a que el organismo metabolice de manera más adecuada los lípidos acumulados.

A estos elementos se suman minerales como zinc, potasio y selenio. Se trata de componentes esenciales que intervienen en la reparación celular, en la reducción de la inflamación y en el equilibrio general del sistema metabólico. Cuando se incorporan con regularidad a través de la dieta se observa una mejora progresiva en la salud hepática.

Expertos advierten de los riesgos que pueden causar hígado graso. Fuente: Archivo.
Expertos advierten de los riesgos que pueden causar hígado graso. Fuente: Archivo.

Otra recomendación frecuente es incluir alimentos ricos en grasas saludables. Los ácidos grasos de origen natural, como los presentes en el pescado azul, semillas y frutos secos, reducen la inflamación del hígado y colaboran con el descenso de los triglicéridos, lo que resulta fundamental para evitar el avance de esta enfermedad.

¿Cómo debería conformarse una dieta sana para el hígado?

  • Frutas y verduras frescas en abundancia.
  • Cereales integrales y legumbres que aporten fibra.
  • Proteínas magras como pescado, pollo o huevo.
  • Frutos secos, semillas y aceite de oliva como fuente de grasas sanas.
  • Evitar bebidas azucaradas, harinas refinadas y productos ultra-procesados.
  • Reducir el consumo de alcohol al mínimo posible.

Es importante que, previo a organizar algún tipo de dieta, todas las personas acudan con un profesional médico para recibir el diagnóstico apropiado y, por ende, el tratamiento y la dieta adecuada.

¿Cuáles serían los beneficios de este cambio en la alimentación?

Adoptar este tipo de alimentación mejora la digestión de manera visible y evita la pesadez asociada a comidas ricas en grasas o productos industriales. Con el paso de las semanas se observa una mayor regularidad7 intestinal y una mejor absorción de nutrientes, lo que impacta de forma positiva en la energía diaria.

Además, este patrón alimentario favorece el descenso de la grasa acumulada en el hígado y ayuda a estabilizar los niveles de glucosa y lípidos en sangre. Por eso se considera la estrategia más efectiva para revertir el hígado graso y prevenir complicaciones que pueden desarrollarse a largo plazo.