María Osmarina Marina SilvaVaz de Lima, su nombre completo, es ahora Marina Silva o simplemente "Marina" para los brasileños. Pero hoy es, por sobre todo, la mujer que con un aire más de mística que de dirigente política revolucionó la campaña electoral en Brasil y que, según los sondeos, le podría ganar en una eventual segunda vuelta a Dilma Rousseff, robándole el sueño de la reelección.
Nacida hace 56 años en una humilde familia de seringueiros (recolectores de caucho) de Acre, al sur del estado de Amazonas, de chiquita pasaba horas cazando y pescando en la selva junto a sus hermanos. Eran 11, de los cuales tres murieron. A los seis años su sangre fue contaminada por mercurio, sufrió cinco veces malaria y tres veces hepatitis. Como donde vivía no había escuelas, fue recién a los 14 años, cuando debió trasladarse a Río Branco para tratarse una hepatitis, cuando aprendió las cuatro operaciones básicas de matemáticas. Dos años después, a los 16, aprendería lo que usualmente ocurre diez años antes: a leer y escribir.
Entonces trabajaba como empleada doméstica pero soñaba con ser monja, algo que quedó catapultado por su activismo político. "Mi abuela me decía: 'm'hijita, una monja no puede ser analfabeta'", recordó la ahora candidata, quien tras 37 años de practicar el catolicismo se convirtió en evangélica en 1997, cuando ingresó al influyente grupo religioso Asamblea de Dios durante una crisis de salud que la postró un año y medio y en la que cayó por envenenamiento con metales pesados. Su ferviente religiosidad se cuela en cada uno de sus gestos (anda siempre con una Biblia en la mano) y discursos, lo que le infunde un aura mística y mesiánica.
"Fue la Biblia la que me enseñó un camino en mi vida política: el patriarca Abraham, a sus 100 años, plantó un bosque cuyos árboles él no vería crecer. Es una lección para los políticos prisioneros del presente que se niegan a proyectar más allá de sus intereses, sin pensar en las generaciones futuras", dijo en una entrevista.
La militancia ambientalista fue el cimiento de su carrera política. Abanderada de una guerra sin cuartel a la deforestación del Amazonas, comenzó militando en las Comunidades Eclesiales de Base, vinculadas a la iglesia Católica. En la universidad se graduó como licenciada en Historia y se unió al Partido Comunista Revolucionario, entonces semi-clandestino por su oposición a la dictadura militar. En esa época se vinculó al líder campensino Chico Mendes, con quien luchó codo a codo defendiendo la selva brasileña. Marina comenzaba a jugar fuerte en la política.
El asesinato de Mendes en 1988 en manos de terratenientes marcó su vida. Al año siguiente decidió afiliarse al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, por el cual fue elegida concejal de la ciudad de Río Branco, su primer cargo.
Ya como concejal comenzaría a alimentar su imagen de política impoluta y "pura", alejada de cualquier atisbo de corrupción. Entonces devolvió beneficios financieros que los demás concejales cobraron, por lo que se ganó muchos rivales políticos, pero creció la admiración popular.
De allí en más vendría un ascenso político meteórico, que la llevó a la Cámara Alta en apenas seis años, convirtiéndose en la senadora más joven en la historia de Brasil, con apenas 34 años, cargo por el que fue reelecta en 2002.
Un año más tarde 'la eco-capitalista', como algunos la apodan por su intento de combinar la defensa del planeta con el desarrollo económico, sería nombrada ministra de Medio Ambiente durante el primer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva. Durante sus cinco años de gestión, Silva redujo la deforestación del Amazonas en un 60%. Pero fuertes divergencias con la política de Lula y de la entonces ministra de Minas y Energía, Dilma Rousseff, quienes permitieron la construcción de dos represas hidroelécticas en el Río Madeira, la producción agraria en el Amazonas y la reactivación del programa nuclear, hicieron que renunciara a su cargo en 2008, un gesto que le valió el reconocimiento como obstinada defensora del mayor pulmón vegetal del planeta, pero le hizo ganarse la enemistad de la agroindustria.
Esa firmeza y voluntad a la hora de defender sus ideas parecen compensar su aspecto frágil y sufrido, encorvado y de oscuras ojeras. Despúes de 35 años en el PT, en 2009 abandonó esa formación y se afilió al Partido Verde (PV), con el cualse candidateó a la Presidencia en 2010, sorprendiendo a todos al cosechar 20 millones de votos (19%), quedando tercera y forzando una segunda vuelta entre Rousseff y José Serra. Su propuesta principal fue convertir a Brasil en una "economía de bajo carbono". Tiene cuatro hijos, fruto de dos matrimonios.
Como su novelesca historia de vida, las circunstancias que determinaron que recientemente se convirtiera de la noche a la mañana en candidata presidencial refuerzan esa imagen de ''predestinada" y mesiánica (Elegida) que tanto molesta a sus adversarios políticos.
El destino, en realidad, había comenzado a ser escrito hace un año, cuando el Tribunal Electoral brasileño rechazó su pedido para inscribir el nuevo partido con el que aspiraba a ser la próxima presidenta, el Red Sustentabilidad. Cerrada esa puerta, y en contra de su autoproclamada definición de ser "la expresión de la nueva política, acabó aliándose al tradicional Partido Socialista Brasileño (PSB) de Eduardo Campos, que la designó como su número dos.
Los meses de campaña con Campos como cabeza de fórmula pasarían sin pena ni gloria ante una elección que se veía indefectiblemente polarizada entre Dilma Rousseff y Aécio Neves. Pero la mañana del pasado 13 de agosto ocurrió lo que acabó colocándola como cabeza de fórmula del PSB: la trágica muerte de Campos al estrellarse el avión en el que viajaba. Una vez más, Marina atribuyó a la "providencia divina" su decisión a último minuto de no subirse a ese avión.
Su irrupción en el escenario electoral no sólo echó por tierra cualquier posibilidad de que Dilma gane en la primera vuelta del 5 de octubre, consolidando el escenario de ballotage, sino que los últimos sondeos la muestran con serias chances de ganarle a Rousseff en un eventual segundo turno, lo que la convertiría en la primera presidenta negra del país más rico y poblado de América latina.
Como en 2010, la ambientalista volvía a revolucionar los tantos y obligaba a Dilma y a Aécio a barajar y dar de nuevo. El 'efecto Marina' fue inmediato: Lula se metió de lleno en la campaña para apuntalar a la mandataria y Aécio aun hoy evalúa renunciar a su candidatura para apoyar a Marina y desbancar del poder al PT en primera vuelta.
Ya sea por su sufrida historia de vida -un rasgo que comparte con Lula-, la lucha ambientalista o la promesa de redimir Brasil, su candidatura entusiasma a diferentes sectores que van desde la elite intelectual y creativa brasileña ("Marina ve la posibilidad de un Brasil diferente", escribió Fernando Meirelles, el director Ciudad de Dios), los grupos 'verdes', el electorado joven que hace un año copó las calles protestando contra todo, el empresariado harto del intervencionismo de Dilma y la comunidad evangélica, que en Brasil es inmensa e influyente.
No obstante, como buena evangelista, sus posturas ultraconservadoras en relación al matrimonio gay, el aborto y la legalización de las drogas alejan a muchos jóvenes y sectores progresistas.
Al igual que Aécio, Marina cuenta con la bendición del mercado financiero y lo sectores más proclives al neoliberalismo. Sus principales asesores económicos son dos profesionales pro- mercado, Eduardo Gianetti da Fonseca y André Lara Resende. Empresarios poderosos como Guilherme Leal, de la exitosa productora de cosméticos Natura y quien fue su compañero de fórmula en el 2010, y la heredera del imperio bancario y financiero Itaú, Neca Setúbal -coordinadora en la campaña de Campos-, son dos de los principales financisas de la campaña de Marina.
Consultada por la Revista Criterio cuando aun era compañera de fórmula de Campos sobre los ejes que tendrían a la hora de gobernar, respondió: "Tuvimos (con Campos) que hacer una alianza en tres puntos estratégicos: profundizar la democracia, mantener y aumentar las conquistas a favor de la población (una estabilidad económica con inclusión social) y una clara decisión para dirigir las inversiones a favor de un cambio de dirección del crecimiento. Me refiero al eje de la sustentabilidad".
Esta vaguedad a la hora de enunciar sus propuestas, su discurso menos consistente y articulado que el de Campos, e incluso las correciones sobre la marcha en su propio programa de gobierno (días atrás 'se cambió' el apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo por la 'unión civil') es lo que lleva a muchos a ver en un gobierno de Marina el riesgo de estar embarcando al país en una verdadera "aventura política". Eso, más allá de las dificultades que tendrá para gobiernar con minoría en el Congreso.
Lo poco que se sabe de su postura en temas económicos corre por cuenta de sus asesores. En un evento días atrás en San Pablo, Giannetti se manifestó contrario a la intervención del Banco Central para controlar la inflación. Cambio fluctuante, autonomía del Banco Central, metas de inflación y mantenimiento de un superávit fiscal primario serían pilares.
Su férrea posición pro-medioambiente, no obstante, inquieta al sectores empresarios de la economía real (no financiera), que desearían menos vigilancia y regulación.
En política exterior también hay incógnitas. Aunque las grandes líneas de su pensamiento fueron revelados por ella y su compañero de fórmula, Beto Albuquerque, en un libro de 250 páginas. Según consigna la agencia EFE, allí Marina se muestra a favor de una flexibilización en las reglas del Mercosur para poder realizar acuerdos bilaterales con otros países en caso de que no se adhieran a la idea los socios del bloque. "Tenemos el principio de la integración pero esto no nos impide que podamos encontrar medios para tener celeridad para acuerdos bilaterales", comentó, poninedo como ejemplo el TLC que negocia el bloque sudamericano con la Unión Europea.
En un mes exactamente, Marina Silva pondrá en juego su prestigio personal, capital político y astucia para enfrentar el último y mayor de los desafíos: poner fin al ciclo de gobierno del PT y demostrar que no es cuestión de mística y mesianismo; que ella puede construir, como promete, un nuevo Brasil sin entrar en la lógica de la "vieja política".