Ha empezado a ser un lugar común en el análisis político nacional hablar sobre la política de los últimos diez años en términos de década ganada como sostiene el discurso oficial, o de década perdida según la oposición más intransigente.
Tal vez deberíamos descartar los conceptos gesta o desastre como claves para analizar los componentes más representativos de la relación entre las administraciones K y su relación con los EE.UU.
Si para Perón y su cosmovisión dominada por el análisis geopolítico toda política era política exterior, pareciera ser que el decenio K ha inaugurado un importante cambio en esa magmática y polimórfica cultura política que es el peronismo y de las relaciones de Argentina con el mundo.
En efecto, al cabo de una década pareciera que los Kirchner hubieran invertido dicha proposición del viejo líder justicialista, para hacer que toda política sea interpretada a la luz de la política nacional.
Recordemos por ejemplo cuando Néstor Kirchner subía a diversos escenarios del Conurbano para responder las críticas y comentarios del FMI en la voz de Anne Kruger, generando la adhesión y euforia nacionalista del público allí reunido.
En esa línea se desarrollaron los acontecimientos del 2005 en medio de la cumbre de presidentes americanos donde Bush hijo promovía la conformación del ALCA. Argentina, que oficiaba de anfitriona, organizó en forma paralela una contracumbre donde Hugo Chávez pudo despacharse a sus anchas montado sobre un discurso antinorteamericano, fijando la oposición a ese proyecto en la búsqueda de una integración continental o regional de otro signo.
Queda claro que los Kirchner, y sobre todo Néstor, usaron (al menos durante la era Bush) la crítica al consenso neoliberal y al unilateralismo norteamericano como formas no sólo de marcar la posición y prioridades argentinas en el escenario internacional, sino fundamentalmente como productos para construir un poder doméstico orientado a la reconstrucción de la autoridad presidencial.
Dichas políticas obedecieron sin dudas a varios factores: mejores recursos económicos fruto de los cambios en la demanda de nuestros commodities; una visión congruente con otros actores de la región (Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador) y fundamentalmente a no romper el status quo respecto de las áreas más sensibles para los EE.UU. a escala global, condena al terrorismo y a la proliferación nuclear.
A esto debemos sumarle un hecho que habilita diversas interpretaciones, el pago de la deuda al FMI, para algunos un gesto de soberanía política, para otros una señal de socios confiables hacia el mundo y sus instituciones globales.
Mientras dichas políticas eran apreciadas en ámbitos decisorios importantes, Argentina compraba espacio para oponerse a cualquier condena a Cuba en el seno de la ONU o para negar el aval a la intervención en Irak, declaraciones de alto rédito en el escenario local.
Cambio de escenarios
Dicha época de principismo verbal y pragmatismo fáctico parece haber llegado a un punto de inflexión a partir de la crisis estadounidense del 2008/9, la llegada de Obama a la presidencia, la crisis europea, la decadencia del chavismo y lo que parece ser un cambio en el análisis de la relación bilateral y global a los ojos de la presidente a la luz de dichos acontecimientos y de su propia radicalización doméstica lo que seguramente deparará nuevos retos a nuestra política exterior.