El pasado martes por la noche, en un programa de televisión en el canal que disgusta al Gobierno, estuvieron invitados dos importantes intelectuales kirchneristas. Debatieron en un ambiente de cordialidad y respeto las razones del disgusto k con la elección del Cardenal Bergoglio como Papa y las muestras de adhesión y entusiasmo que generó en el pueblo, inversamente proporcional a la valoración del Gobierno.

La atenuación de la importancia de la elección, y la transformación de las críticas después, no borraron las primeras palabras dichas, a las que volvieron Feinmann y González con sus respectivos argumentos. Y es esa mirada, con sus diferencias, en las que se pueden reconocer algunas de las huellas de las discusiones de los 70. Siempre en clave de los Unos y los Otros.

Para Horacio González, Ratzinger no ofrecía en lo político inconveniente alguno. Era superior en lo intelectual, pero poco profundo en lo social. Al revés, dice el director de la Biblioteca Nacional, Francisco no tiene vuelo intelectual, pero políticamente resulta muy eficaz. Eso provoca un retroceso político. Pero, ¿para quién significa ese cambio de eje un retroceso? Para el kirchnerismo. La popularidad del Papa, con su sencillez, calidez, y su mensaje humanitario, se ve lejos del mejor mensaje kirchnerista.

José Pablo Feinmann, en cambio, explica que es importante virar del disgusto a la alegría del Papa peronista. Es la inteligencia de Cristina que les hace ver que, a semejante muestra de popularidad, no hay que desaprovecharla. Hay que apropiarse de Francisco, dice Feinmann porque el que se apropie del Papa, tiene garantizado el éxito.

Es en esta última idea de Feinmann en donde surge, nítida, la dinámica del pensamiento del peronismo todoterreno. Impugnación y apropiación. Se impugna al otro. Al distinto. Y se apropia de lo que parece conveniente. De lo popular, de lo que es políticamente correcto, aunque antes se haya expresado y hecho exactamente lo contrario. ¿Una velada vuelta a la diferencia entre la estrategia y la táctica para entender o explicar al General? Lo cierto es que impugnar al Otro, y apropiarse del Otro son dos características bien conocidas para mantener viva la llama del peronismo.

Al escucharlos, una siente que estamos en presencia de una generación que no saldó sus discusiones de entonces. Que no logra salir de esa matriz de pensamiento que guía la acción política. Que sobre los Unos y los Otros gira y gira lo mismo, sin brújula hacia adelante, pero redefiniéndose siempre hacia atrás. La Argentina está inmovilizada por una generación que no salda su pasado, ni sus debates, ni sus reales aportes o impactos a la sociedad argentina. Pero que se reinterpreta y se reinventa constantemente.

Existe la tentación de discutir si el kirchnerismo terminará siendo una rama dentro del peronismo. O para regocijo de otros, si será el kirchnerismo un estadio superior del peronismo. Otros debatirán si hay vida política fuera del movimiento fundado por el General.

Más allá de la dicotomía, los primeros pasos de Francisco resultan aleccionadores. El fervor popular puede coincidir en una persona, pero nace de una conjunción de factores genuinos, que van en dirección opuesta a los lazos clientelares o a los éxitos electorales.

Sabemos también que direcciones políticas relacionadas al latinoamericanismo, al indigenismo, los DDHH, las políticas sociales, la inclusión, la redistribución, el reconocimiento y extensión de Derechos, no son patrimonio exclusivo del peronismo. Hay otros actores sociales y políticos que también los expresan.

Hoy la sociedad argentina se encuentra frente a problemas serios económicos, de gestión y de representación. Decididamente no le sirve pensar su futuro en clave de los Unos y los Otros.

El peronismo, por más volteretas estratégicas, tácticas o ideológicas que dé, no abarca la complejidad, la diversidad, ni la profundidad de la Argentina. Explicarla a la fuerza dentro del pensamiento dicotómico y acotado del peronismo es inútil. Y no pensar al país más allá de la matriz peronista, un gran desperdicio.