La idea surgió en la cocina de su casa, casi como un experimento desesperado. Ignacio Conde y Florencia Delfabro Villamil recorrían góndolas y farmacias buscando una solución para su hijo Santino, que tenía intolerancias a ingredientes sintéticos, pero en el mercado local no conseguían opciones libres de aditivos, perfumes o conservantes. Sin experiencia en el rubro, decidieron crear aquello que no lograban encontrar. Lo que comenzó como una respuesta doméstica a una necesidad urgente terminó convirtiéndose en una de las marcas pioneras de cosmética natural en Argentina. Con una inversión inicial cercana a los u$s 220.000, lograron consolidar el proyecto "Boti-k PURO VEGETAL" y montar un laboratorio propio en la localidad de Pacheco, Provincia de Buenos Aires. Hoy emplean a unas 30 personas y producen alrededor de 150.000 unidades al año, con fórmulas que priorizan ingredientes naturales y libres de plásticos. Para alcanzar su objetivo de ser "plástico cero", la pyme realizó una inversión de $ 130 millones que implicó rehacer su modelo de negocio desde adentro. Esto incluyó la instalación de un laboratorio propio, que les permitió dejar de tercerizar análisis y ganar independencia técnica. También establecieron nuevos vínculos con proveedores nacionales e internacionales, necesarios para rediseñar todos los envases y materiales en línea con su política ambiental. "Muchas marcas dicen ser naturales, pero no pueden demostrarlo. Nosotros elegimos ir por el camino más exigente, aunque fuera más lento", explica Florencia Villamil Delfabro, cofundadora de la marca. Todos los productos son de base vegetal, sin derivados del petróleo, sin parabenos y ahora también sin ningún tipo de plástico en el packaging. Hace cinco años, la empresa alcanzaba una producción anual de 300.000 unidades, pero hoy esa cifra se redujo a la mitad, con 150.000 productos elaborados cada año, un cambio que responde a la decisión de priorizar calidad y sustentabilidad por encima del volumen. La facturación de la empresa fue de $ 600 millones el año pasado y proyecta alcanzar $ 1000 millones en 2025, impulsado principalmente por la actualización de precios. En cuanto a la comercialización, todo se vende por ahora en Argentina, aunque en el pasado lograron exportar a países como Taiwán, Estonia, Rusia, Dubái, Emiratos Árabes y Catar; esas ventas internacionales están en pausa debido al alto costo local, que hace que sus productos sean más caros que en mercados como Japón o Suiza, y hasta tres veces más costosos que en otros países sudamericanos, por lo que hoy sólo pueden exportar mano de obra, con planes de retomar la expansión regional cuando las condiciones mejoren. Hoy la marca tiene diez líneas de productos, entre ellos los shampoos sólidos, los desodorantes sin aluminio, los aceites para masajes, cremas para el cuerpo y la línea específica para bebés y personas con piel atópica. La empresa trabaja con ingredientes que provienen de cultivos responsables, evita ingredientes importados innecesarios, y adapta cada fórmula para que cumpla con normativas internacionales.