En Guadalajara se encuentra un espacio que trasciende lo arquitectónico para convertirse en una extensión íntima de sus habitantes: Alejandro Fernández y Karla Laveaga. La pareja ha transformado una joya del diseño mexicano en su refugio personal, como Ricardo Pérez en su mansión de CDMX.
Se trata de la Casa Rosa, una residencia que, más allá de su nombre, ha sido renovada con un estilo contemporáneo que respeta sus raíces.
La Casa Rosa: la mansión en México donde habita la historia
Diseñada en 1978 por el arquitecto Andrés Casillas de Alba, discípulo del legendario Luis Barragán, la Casa Rosa representa un legado de la arquitectura moderna en México. Tiene tanta historia como el rancho de los Aguilar, familia icónica mexicana.
La estructura geométrica de la Casa Rosa, típica del movimiento arquitectónico de finales del siglo XX, se mantiene intacta gracias a la visión respetuosa de sus actuales residentes.
La remodelación fue liderada por el despacho González + Helfon, colaboradores cercanos de la pareja, quienes conservaron las líneas originales del proyecto mientras adaptaban los interiores a un estilo de vida contemporáneo. El color rosa original dio paso a una paleta de tonos tierra, inspirada en la estética marroquí, con materiales como barro, ladrillo y cuero que aportan calidez y carácter.
Alejandro Fernández y Karla Laveaga: un hogar lleno de personalidad y raíces mexicanas
Cada rincón de la residencia refleja la identidad de Alejandro Fernández y Karla Laveaga. Desde la sala principal, donde un piano simboliza la pasión musical de la familia Fernández, hasta la cocina revestida con madera oscura que contrasta con la luz natural, todo ha sido pensado para evocar sensaciones de armonía y sofisticación.
El jardín, diseñado por el paisajista Daniel Orozco, es uno de los espacios más queridos. Hamacas, árboles frondosos y mobiliario artesanal invitan a la contemplación y al descanso, integrando perfectamente el entorno natural con la vivienda.
Elementos decorativos como un telar artesanal, regalo de Karla a Alejandro, y obras de artistas como Patricio Tejedo y Mónica Saba, suman al ambiente íntimo y artístico del hogar.
Aunque no se ha revelado el valor exacto de la propiedad, expertos estiman que la mansión podría valer más de 50 millones de pesos, considerando su ubicación, el legado arquitectónico y las intervenciones de diseño.