En un mundo hiperconectado donde la tecnología avanza a gran velocidad, existe un rincón del planeta que parece haberse quedado congelado en el tiempo.
No se trata de Haití, como muchos podrían pensar, sino de Eritrea, una nación ubicada en el Cuerno de África que desafía todas las convenciones de la modernidad.
Bordeando el Mar Rojo y vecina de Etiopía, se convirtió en uno de los países más herméticos del mundo, superando incluso a la famosamente aislada Corea del Norte en varios aspectos de su desconexión con el exterior.
Con ciudades que se vacían paulatinamente, una conectividad digital prácticamente inexistente y un calendario que literalmente los sitúa en el año 2018, los eritreos viven en una realidad paralela que parece resistirse a entrar en el siglo XXI.
Un éxodo masivo: el país que se queda sin habitantes
Eritrea enfrenta una de las crisis migratorias más severas y menos comentadas de África. Con una población de apenas 3.6 millones de habitantes, el país pierde aproximadamente 5,000 ciudadanos cada mes, principalmente jóvenes que huyen desesperadamente de un régimen considerado entre los más represivos del mundo.
El servicio militar obligatorio e indefinido, que puede extenderse durante décadas, se convirtió en la principal razón para este éxodo masivo.
Las consecuencias son visibles en todo el país: barrios enteros abandonados, negocios cerrados permanentemente y escuelas con cada vez menos estudiantes.
La desconexión digital: vivir sin internet en la era de la información
Mientras el resto del planeta debate sobre la velocidad 5G o la inteligencia artificial, menos del 1% de la población eritrea tiene acceso a internet. Y cuando lo consiguen, se enfrentan a una de las conexiones más lentas y costosas del mundo, con precios completamente prohibitivos para el ciudadano promedio.
El WiFi es prácticamente un concepto desconocido en espacios públicos, y los pocos cibercafés que existen están estrictamente monitoreados por las autoridades.
Esta desconexión digital no solo afecta la comunicación con el exterior, sino que limita severamente el acceso a información, oportunidades educativas y posibilidades de desarrollo económico.
Un calendario diferente: viviendo literalmente en 2018
Quizás el aspecto más curioso de esta nación africana es que vivir en 2018 no es una metáfora para describir su retraso tecnológico, sino una realidad literal.
Eritrea utiliza el calendario Ge'ez, que está atrasado entre 7 y 8 años en relación con el calendario gregoriano utilizado internacionalmente.
Por lo tanto, mientras en la mayor parte del mundo transcurre el año 2025, los eritreos se encuentran oficialmente en 2017 o 2018, dependiendo del mes en curso.
Su Año Nuevo, conocido localmente como Kudus Yohannes, se celebra el 11 o 12 de septiembre según nuestro calendario, coincidiendo con el inicio del mes Meskerem en su sistema.
Esta particularidad cronológica complica enormemente las relaciones internacionales y comerciales, obligando a los ciudadanos a "traducir" constantemente las fechas para poder interactuar con el mundo exterior, mientras que las escasas empresas extranjeras que operan en el país deben gestionar dos sistemas de fechas en paralelo.