La fecha de celebración de la Pascua para los creyentes cristianos varía de año a año en relación con el calendario. La razón principal de esta variabilidad es que la Iglesia Católica, desde el Concilio de Nicea en el año 325 d.C., estableció que la misma se celebre el primer domingo después de la primera luna llena que ocurre en o después del 21 de marzo, y ahora el papa León XIV propuso cambiar la tradición en todo el mundo.
En un movimiento que podría redefinir las relaciones interconfesionales, el papa León XVI ha lanzado un llamado inédito para unificar la fecha de celebración de la Pascua entre todas las Iglesias cristianas.
El anuncio, que resuena como un eco del deseo de unidad en el cristianismo, se produjo durante el Simposio "Nicea y la Iglesia del Tercer Milenio", celebrado en el corazón del Vaticano.
El papa León XIV quiere cambiar la fecha de la Pascua
"Una celebración común de la resurrección del Señor fortalecería enormemente nuestra proclamación misionera del Evangelio", afirmó el Sumo Pontífice, según reportes de Vatican News.
Esta iniciativa busca tender puentes sobre las divisiones históricas, sobre todo aquellas generadas por la disparidad entre los calendarios litúrgicos gregoriano y juliano, que han llevado a católicos y ortodoxos a conmemorar la Pascua en fechas distintas.
El Papa consideró que divergencia cronológica no es meramente una cuestión de calendario, sino que es una barrera que "divide a las familias y debilita nuestra credibilidad como testigos del Evangelio". En un guiño a la historia eclesiástica, León XVI recordó que ya en el año 325, el Concilio de Nicea había intentado establecer una fecha unificada para la Pascua.
A 1,700 años, el pontífice siente que ha llegado el momento de revivir ese espíritu de concordia. Durante su discurso, el Papa describió al Concilio de Nicea como "una brújula que debe seguir sirviéndonos de guía hacia la plena unidad visible de todos los cristianos".
En un mensaje que enfatizó la naturaleza divina de la unidad, el pontífice insistió en que esta no es un mero "proyecto humano", sino un "don del Espíritu Santo". "No será fruto de nuestros esfuerzos, sino ‘como Cristo quiere y por los medios que Él quiere'", puntualizó.