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Mientras Bolivia atraviesa una de las etapas más complejas de su historia reciente, el país está llevando adelante una jornada electoral presidencial que redefine su mapa político. La elección se está desarrollando en un contexto de fragmentación partidaria, deterioro económico y desconfianza institucional.

Aunque el Movimiento al Socialismo (MAS) está presente en la contienda a través de candidaturas individuales, no está participa como fuerza orgánica ni competitiva. La fórmula encabezada por Eduardo del Castillo, vinculada al oficialismo, está registrando menos del 2% de intención de voto, mientras que Andrónico Rodríguez, referente del ala sindical, apenas roza el 7%, según reportes de prensa y encuestas recientes. Evo Morales, impedido judicialmente de postular, llamó abiertamente a votar nulo, lo que está profundizando la fractura interna del partido. A esto se suma la división del MAS en al menos tres facciones, sin liderazgo unificado ni estrategia electoral común. Por primera vez desde 2005, el partido que gobernó Bolivia durante casi dos décadas no está compitiendo como bloque cohesionado, lo que marca un quiebre histórico en su rol político.

La votación está transcurriendo bajo un clima de alta tensión, con ecos del conflicto poselectoral de 2019 y del intento de golpe militar ocurrido en junio de 2024. En ese episodio, el presidente Arce denunció "movilizaciones irregulares de algunas unidades del Ejército Boliviano" y Evo Morales convocó a una "Movilización Nacional para defender la Democracia frente al golpe de Estado que se gesta a la cabeza del Gral. Zuñiga". La fractura interna del MAS está dejando al oficialismo sin representación directa en los comicios.

El padrón electoral está habilitando a 7.937.138 ciudadanos, de los cuales 7.567.207 están votando dentro del territorio nacional y 369.931 lo están haciendo desde el exterior, en 22 países. En Argentina, más de 60.000 bolivianos están emitiendo su voto en 24 escuelas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Las encuestas previas ubicaron como favoritos al empresario de centro-derecha Samuel Doria Medina, autodefinido como socialdemócrata, y al ex presidente liberal Jorge Tuto Quiroga, férreo opositor al "socialismo del siglo 21". Ambos candidatos se perfilan para disputar una segunda vuelta, lo que consolidaría un giro hacia la derecha y pondría fin a la hegemonía del MAS.

Sin embargo, el escenario permanece abierto. Un 33% del electorado manifestó su intención de votar en blanco, anular su sufragio o se está declarando indeciso. En ese segmento, los analistas están señalando como posible beneficiario a Andrónico Rodríguez, representante de la Alianza Popular, con una propuesta estatista y cercana a la línea ideológica del MAS, aunque sin su respaldo formal.

Bolivia está enfrentando la peor crisis económica de las últimas cuatro décadas y una polarización política que se está intensificando tras la ruptura entre Morales y Arce. "Lo que comenzó como una alianza forjada en las calles está derivando en acusaciones de golpe de Estado, divisiones en las bases y una disputa que podría marcar el fin de una era", advierte un informe internacional.

La jornada electoral está transcurriendo bajo restricciones al transporte aéreo y terrestre, dispuestas por el Tribunal Supremo Electoral para garantizar el normal desarrollo del proceso. La Asamblea Legislativa también está siendo renovada, en un intento por recomponer el equilibrio institucional.

Una crisis económica de múltiples dimensiones

La economía boliviana muestra signos de debilidad estructural, con un crecimiento de apenas un 0,73% en todo el año 2024, según el último informe del FMI, publicado el 4 de julio de 2025.

Este bajo crecimiento está siendo explicado por una caída del producto del -2,60% en el cuarto trimestre de 2024, atribuida a conflictos políticos, bloqueos de caminos y factores climáticos que están afectando la cadena productiva nacional. Aunque entre enero y septiembre de 2024 la actividad económica acumuló un crecimiento cercano al 2%, la contracción en el último trimestre está revirtiendo esa tendencia.

Las actividades económicas con mayor incidencia positiva están siendo la extracción de minerales metálicos y no metálicos (con un crecimiento del 4,72%), los servicios comunales, sociales y personales (5,18%) y los servicios financieros (5,27%), impulsados por operaciones en moneda extranjera. En contraste, sectores como la administración pública (-0,69%) y el petróleo y gas natural (-13,41%) están mostrando variaciones

La producción de soja, por ejemplo, está cayendo un 18,8%, lo que está afectando directamente los precios del aceite y otros derivados. Esta desaceleración está reflejando una pérdida de dinamismo en la economía real.

La inflación alcanza niveles preocupantes. El Instituto Nacional de Estadística (INE) informó que la inflación acumulada en lo que va de 2025 está llegando al 15,53%, con un pico mensual del 5,21% en junio. Este aumento está siendo impulsado por bloqueos internos que están generando desabastecimiento y especulación en los mercados, especialmente en alimentos como carne de pollo, res, cebolla y papa. La inflación interanual supera el 24%, lo que está deteriorando el poder adquisitivo de los hogares.

Las reservas internacionales netas están mostrando una leve recuperación. El Banco Central de Bolivia (BCB) indica que, al 30 de abril de 2025, las reservas alcanzaron los 2.618 millones de dólares, un incremento de 642 millones respecto al cierre de 2024. Este aumento está siendo atribuido a la compra de oro en el mercado interno y a operaciones financieras con activos externos. Sin embargo, el FMI advierte que las reservas líquidas utilizables están permaneciendo cerca de cero, incluso considerando la posibilidad de monetizar el oro restante mediante préstamos colateralizados.

El déficit fiscal se mantiene elevado. La CEPAL estima que el resultado fiscal global está representando el 7,1% del PIB, financiado en un 79,5% con crédito interno neto, principalmente del BCB y bonos del Tesoro General de la Nación. Esta situación está genera una presión creciente sobre el sistema financiero y está limitando el acceso a financiamiento externo. La deuda pública está alcanzando el 81% del PIB, con riesgos elevados aunque aún considerada sostenible.

Que pasa con el gas

La producción y exportación de gas natural está mostrando señales mixtas en Bolivia. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en junio de 2025 las ventas externas de gas natural aumentaron un 8,3% respecto al mes anterior, impulsadas por una mayor demanda desde Brasil y Argentina. Este repunte contribuyó al superávit comercial de 75,4 millones de dólares registrado ese mes, aunque los analistas advierten que se trata de una mejora coyuntural.

Por otro lado, los cuadros estadísticos del INE muestran que el índice de volumen de producción de gas natural está manteniéndose en niveles bajos en comparación con años anteriores, reflejando el agotamiento de los principales campos y la falta de nuevas inversiones en exploración. La Fundación Milenio advierte que los ingresos por exportación de gas ya no están siendo suficientes para cubrir el costo de los subsidios a las importaciones de combustibles, lo que está generando una presión fiscal adicional sobre el Tesoro General de la Nación.

El FMI señala que el modelo económico actual boliviano es insostenible. En su informe de consulta del Artículo IV, el organismo adviertió que Bolivia está enfrentando riesgos crecientes de una crisis fiscal y de balanza de pagos.

El organismo de crédito recomienda una consolidación fiscal creíble a varios años, que incluya la eliminación gradual de subsidios a los combustibles, una reducción de la masa salarial estatal y una racionalización del gasto de capital. También está sugiriendo reformas estructurales para mejorar la competitividad y la inversión pública.