Néstor Kirchner fue mucho más que un presidente. Fue -y es- el responsable de que la palabra política recuperara su valor en nuestro país. Hizo promesas. Y las cumplió. Manifestaba sus convicciones. Y las respetó. Proponía acciones. Y las llevaba a cabo. Y en ese espíritu cambió el presente de todos los argentinos con un crecimiento económico y social excepcional. Vivía la política con pasión. Creía en ella como herramienta de cambio. Y en el Estado como articulador de la equidad y como promotor de la Justicia Social. Así era Néstor. El presidente. El militante. El que sentó las bases para construir una Argentina sin exclusiones, ni abandonos. El hombre que yo conocí, para el que tuve el honor y el orgullo de trabajar.

Recuerdo el 2003. El país que encontró. El país que teníamos todos los Argentinos. Recuerdo la desesperanza. Los altísimos niveles de pobreza, de indigencia y desocupación. Tener trabajo era un beneficio para pocos, y ni que hablar si era registrado. Los salarios parecían congelados. A los jubilados les habían quitado el 13% de sus haberes. Y teníamos una ley, con nombre de tarjeta de débito, que precarizaba el empleo. Que funcionaba como un tapón para cualquier reclamo.

Pero también recuerdo sus palabras, sus propuestas al asumir en el Congreso. Él soñaba con una Argentina en crecimiento. Con progreso social. Un modelo de producción y empleo con bases sustentables. Apoyado en la cultura del trabajo y en los fundamentos de la capacidad individual al servicio de lo colectivo. Se peleaba con la metáfora del derrame, porque entendía, que ni una gota le había llegado a los trabajadores. Y que sin trabajadores reconocidos, los cimientos de la economía, de lo social, y hasta de la democracia resultaban extremadamente endebles. La historia de la que veníamos le daba la razón.

Néstor Kirchner hizo más de lo que prometió. Mucho más. Durante su presidencia el trabajo no paró de crecer. Dio inicio al período más prolongado de generación de empleo. Un récord que todavía continúa. Además, se empezó con el combate, en serio, contra la informalidad laboral. Crecieron las negociaciones colectivas como nunca antes.

El reclamo cambió. Se dejó de implorar trabajo porque el empleo afloraba. Y el debate mutó hacia la puja distributiva. En esta lógica revivió el Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil, desechado por años. Se aumentaron las jubilaciones tantas veces como fueron necesarias para ir recuperando haberes que habían sido esquilmados. Y, con una moratoria, recuperó de la exclusión a más de 2,5 millones de trabajadores, que por las políticas de los 90 habían quedado desocupados y ni aportes tenían.

Así, comenzó la construcción de este nuevo país. Distinto. En un estadío propicio para poner en marcha las transformaciones fundamentales que hoy lleva adelante Cristina.

El país de estos días, es muy diferente al de aquellos primeros años. Estamos frente al proceso de inclusión social más importante que ha conocido la Argentina contemporánea. En general, las cifras suelen ser frías, pero este no es el caso: más de 12 millones de argentinos hoy tienen derechos que no tenían el 24 de mayo de 2003. Trabajo registrado, jubilación, pensiones, Asignación Universal por Hijo, capacitación laboral y Movilidad Jubilatoria, son algunos de sus ejemplos. A los que debemos agregar la ampliación inédita del acceso a bienes y servicios. Agua corriente, cloacas, energía, transporte y televisión digital.

Los resultados del domingo pasado fueron, sin lugar a dudas, un reconocimiento y un apoyo a la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Y el mejor homenaje que Néstor pudo haber recibido de su pueblo. La mejor manera de recordarlo. Él, ya no está con su cotidiana inquietud proponiendo ideas, revisando detalles, buscando soluciones. Pero está su ejemplo. Su vocación. Y ese espíritu, que mencionaba al principio, que lo convirtió en el Presidente argentino que hizo mucho más de lo que prometió. Néstor Kirchner cambió la historia y Cristina Fernández de Kirchner está cambiando el futuro.