¿Estados Unidos se parece más a un crisol de razas, a una sopa de tomate o a una ensalada? La pregunta está extraída de Who are We?, el muy discutido libro del estadounidense Samuel Huntington. En la obra, el profesor Huntington se cuestiona si una identidad nacional puede coexistir con subculturas inmigratorias diferentes. Pero este no es sólo un dilema de EE.UU. sino que se está convirtiendo rápidamente en una cuestión crucial para Europa.

La imagen del crisol de razas o melting pot es una tradición estadounidense. Henry Ford montó una representación teatral al aire libre en la que los actores entraban vestidos con ropa de las distintas regiones del mundo y dejaban el escenario envueltos en la bandera de EE.UU. Pero en los últimos años esta visión fue reemplazada por la de la ensalada, o sea por el multiculturalismo, en el que los ingredientes retienen su identidad pero contribuyen con su sabor y textura a crear un conjunto armonioso.

Por su parte, Huntington sostiene que la realidad histórica estadounidense se describe mejor con el ejemplo de una sopa de tomate, en la que la incorporación de nuevos ingredientes agrega condimento, pero sin que esté nunca en duda que es una sopa de tomate. Huntington dice que este carácter esencial fue definido por los anglosajones protestantes que fueron los primeros colonos de EE.UU., redactaron su Constitución y fundaron sus instituciones.

La identidad nacional puede incorporar una cierta gama de variaciones, pero no una cantidad ilimitada de valores comunitarios. Y hay temas, como la educación, que no permiten muchas soluciones de compromiso. Un ejemplo es la duda sobre si la escuela bilingüe permite a los inmigrantes adaptarse más rápidamente a la comunidad a la que se han incorporado o si el resultado es que les resulta innecesario adaptarse .

La defensa del multiculturalismo está respaldada por intelectuales progresistas que creen que el Estado no debe favorecer un estilo de vida determinado en detrimento de otro, y de dirigentes de colectividades que logran una influencia en la ensalada que perderían en la sopa o en el crisol de razas. Las minorías silenciosas piensan diferente y muchos miembros de colectividades querrían ser asimilados a la sociedad en la que viven, aunque sus dirigentes deseen lo contrario. La gente está intimidada y no se anima a expresar estas opiniones, pero cuando David Goodhart, el izquierdista editor de la revista Prospect, sugirió que los sistemas de bienestar social europeos deberían basarse en una identidad compartida en lugar de abstractos principios de justicia, fue acusado de racista por el presidente de la Comisión para la Igualdad Racial de Gran Bretaña.

Es más fácil si uno no se expone a las balas. Por lo tanto, la crítica del multiculturalismo ha quedado para los extremistas, lo que determinó que los partidos de derecha obtuvieran más apoyo electoral del que esperaban o merecían, mientras con frecuencia los desacuerdos sobre el ingreso de Turquía a la UE se refieren a desacuerdos sobre políticas internas de los países.

Pero en Europa el silencio llega a su fin. Holanda, desde hace mucho abierta a los extranjeros, ahora obliga a sus residentes permanentes a rendir un examen de lengua y cultura holandesa. El gobierno de Dinamarca buscó incrementar su popularidad restringiendo la inmigración y el hecho de que en Francia hayan prohibido a las musulmanas usar velo en la escuela, es una afirmación simbólica de que el modelo que prefieren es el de la sopa de tomate. La característica distintiva francesa no depende del grupo étnico sino del reconocimiento de la superioridad de la lengua y la cultura francesas. En Alemania, el canciller Gerhard Schröder afirmó que su país no puede albergar sociedades paralelas.

Durante medio siglo el legado de la segregación racial en EE. UU. y el genocidio en la Alemania nazi hicieron difícil discutir estos temas, pero la erosión de tabúes permite debatir y establecer el tipo de sociedad que la mayoría quiere: no racista, abierta a los inmigrantes dispuestos a realizar su contribución a la sociedad que los recibe y orgullosos de su su historia, su cultura y sus valores.