Liliane Bettencourt siempre huyó de los primeros planos. A los 87 años, la heredera de la fortuna del emporio cosmético L’Oréal se siente más cómoda en su mansión de París que en las columnas de chimentos de los diarios. Pero la semana pasada, los íntimos detalles de la vida de la mujer más rica de Europa llegaron a la primera plana de los medios franceses, por la traición de un mayordomo.
Durante un año, el mayordomo grabó secretamente las conversaciones privadas en la mansión y aparentemente las envío a la mujer que Bettencourt, según ha dicho, no quiere volver a ver: su única hija, Françoise Bettencourt-Meyers, quien entregó los 28 discos de computadora a la policía.
Su contenido, que fue filtrado a la prensa, desnuda las complicadas relaciones que tiene Bettencourt con su hija, con un amigo al que le regaló una isla en las Seychelles de más 1.000 millones de euros y, también, las conexiones políticas de los que custodian su fortuna de u$s 20.000 millones que podrían desestabilizar las cruciales pero controvertidas reformas económicas del presidente Nicolas Sarkozy. Sucede que Eric Woerth, el ministro de Asuntos Sociales encargado de impulsar los cambios al sistema jubilatorio, tuvo que enfrentar la semana pasada pedidos cada vez más enérgicos de que presente su renuncia, debido a un potencial conflicto de intereses ya que su esposa es asesora financiera de la empresaria.
Hasta hace poco Woerth, que era ministro de Presupuesto, atacaba el uso de refugios fiscales. Dado que una de las conversaciones grabadas –supuestamente entre Bettencourt y Patrice de Maistre, su principal asesor financiero– sugieren que estaría tratando de evitar el pago de impuestos a través de tenencias en Suiza y otros países. Así Woerth quedó en la línea de fuego.
“Estas acusaciones son escandalosas y totalmente falsas, y fueron lanzadas el mismo día en que anunció la reforma jubilatoria , le dijo el ministro al semanario Journal du Dimanche.
Y Florence Woerth asegura que no sabe nada sobre la fortuna de Bettencourt, ya que su tarea es invertir los cerca de 300 millones de euros que son los dividendos anuales de su participación de 31% de L’Oréal, la firma que su padre, Eugène Schueller, fundó en 1909 como una fábrica de tintura para el pelo.
Bettencourt ha dicho que “regularizará su situación impositiva y, si no ha declarado alguna cuenta en el exterior, lo hará ante las autoridades francesas. Además, inició acciones legales contra la publicación de las grabaciones. “Esta es una invasión de la privacidad muy seria , señaló Georges Kiejman, abogado de Liliane Bettencourt.
Si resultan ciertas, las revelaciones llegan al núcleo de las relaciones entre dinero y poder en Francia. Para Eva Joly, la jueza de instrucción y miembro del Parlamento Europeo, señaló que “en una democracia la gente tiene que saber que no los van a tratar distinto como tratan a la señora Bettencourt .
Para Theodore Zeldin, filósofo e historiador, aunque “todos sabemos que el mundo de la política y el dinero se comunican. En Francia, cuando estas cosas se hacen públicas todos expresan asombro y quedan horrorizados. La actitud de los franceses hacia el dinero es la misma que hacia el sexo: se considera una cuestión privada .
Sin embargo, la gente mira con sospecha las relaciones de Sarkozy con algunos de los industriales más ricos del país. Su presencia en el yate de Vincent Bolloré, el emprendedor del análisis de los medios, poco antes de ser elegido presidente disparó la indignación nacional. También es amigo de Martin Bouygues, CEO del conglomerado de la construcción y Henri de Castries, titular del grupo asegurador Axa. Bettencourt ya ha estado envuelta en controversias. Recientemente, fue la víctima de más alto perfil de Francia del fraude del financista Bernard Madoff. Y su intimidad terminó hace dos años cuando Bettencourt-Meyers acusó ante la justicia al amigo de su madre, François-Marie Banier, un fotógrafo de sociedad, acusándolo de aprovecharse de su “fragilidad mental.