Muchas cosas están por cambiar. Vamos a mejorar. El país va a avanzar. Estamos saliendo de una etapa de transición, la de los K y sus seguidores, sus patoteros militantes, una etapa que fue en muchos sentidos como caminar en el barro, enchastrarlo todo, avanzar poco y con mucha dificultad, militando es más en la dificultad como un modo de vida, como un destino ineludible. Y hubiera sido posible hacer otra cosa: el asfalto estaba al lado, se podía crecer en serio, hubiéramos podido hasta levantar un poco de vuelo. Pero nosotros, la Argentina, por neurótica, por incapaz, por amante del desastre y la frustración y la pelea y el nopodermiento (como decía Gombrowicz), por generar liderazgos retrógrados, prefirió tomar el camino difícil, asumir más peso (como si ya no fuera suficiente). Sí, igual crecimos. En algún sentido. Por supuesto que no fue gracias a los K sino pese a ellos; pese a él, bravucón tosco, y pese a ella, pretenciosa y limitada. Pero estamos por liberarnos de sus modos y sus cortedades, que son más nuestras que de ellos. Podemos estar contentos, vamos hacia otra cosa.
Ahora van a venir políticos nuevos, mejores, distintos. Seguro que habrá también mezquindades e intereses, faltas de honestidad y afán de poder, pero serán menores. Salimos del gobierno de transición K y entramos en gobiernos necesariamente más capaces, más fieles a las instituciones, más amantes del trabajo y la planificación, más volcados al servicio. La Argentina necesitó mucha muerte para aprender que la violencia política no mejora nada, que al contrario, es el más básico principio de todo mal. Y necesitó muchos años de democracia para aprender que hay que elegir mejor, a exigirle al peronismo figuras más sabias, y a los otros partidos más capacidad también, de manera de tener en el poder otro tipo de personas. Para aprender que la política no es el problema, que el problema es la falta de política o la forma degradada de abordarla, como si fuera una pelea denigrante y no una puja legítima, que ennoblece a quienes la cultivan, que no los hace despreciables sino mejores.
Vendrán tiempos mejores, las golondrinas de nuestros balcones sus nidos colgarán, aprenderemos a trabajar, a no victimizarnos, a dar la batalla por la vida y el bienestar, aprenderemos a ser ciudadanos que aportan algo más que su capacidad de quejarse y oponerse a todo, siempre, con motivos buenos o malos, pero sobre todo oponerse siempre. Superaremos estos liderazgos negativos para aprender a tener líderes guías, capaces de enseñar a personas capaces de aprender.
¿Es ingenuidad, es deseo, trazar este panorama alentador, de mejoramiento, es tratar de autoconvencerse? ¿Digo estas cosas como un modo de sugestionarnos para que cunda el voto mejorado, para promover una visión superadora? Puede ser. También puede ser que hacerlo sea parte de la superación, que promoverla sea legítimo y necesario. Y que no se trate, al mismo tiempo, de una mirada muy distante de los hechos.
La dificultad no es un destino ineludible, la pobreza no es la verdad social: la Argentina cultiva estas variables de puro necia, de neurótica, de amante enroscada, que gusta de endiosar y putear luego a los endiosados, como si se tratara de la vida de los líderes y no de las nuestras, como si sólo ellos fueran los habitantes del mundo real, idea que fomentamos para huir del protagonismo necesario. De esa forma generamos los mecanismos de la autodestrucción: justificamos los abusos porque se hacen en nombre del bien (pensemos en la suerte de los fondos de las AFJPs, como caso emblemático) y disfrutamos de esa forma resentida de la justicia, para pasar después a justificar el castigo a eso que parecía justicia pero fue pura avaricia de poder (y volvemos a disfrutar de putear a los ahora culpables). Disfrutes enfermos de quejarse y acusar, formas de drenar la negatividad que nos sale por los poros a causa de una pseudo inteligencia neurótica y limitada.
La Argentina va a mejorar, vamos a aprender a ser más capaces, gente más joven y más sabia se va a hacer cargo de roles que hasta ahora estaban en manos de personas demasiado apegadas a tradiciones faltas de amor. Por mero cambio generacional, por mero avance de época (innegable, sólo cuestionable para mentalidades poco dadas a la vitalidad básica y a la constante renovación que es la ley primera de la naturaleza), por mera fuerza del deseo que es cada vez más reconocido como el eje legítimo y transformador de la realidad.
Vamos a hacer un país un poco mejor, no a dar un gran salto, vamos a dar un paso, un buen paso, consistente, un paso que queremos dar y que necesitamos dar. Vamos a aprender a pensar en otras cosas, vamos a dedicarnos a destrabar, a aceitar, a cuidar. Vamos a ver surgir valores donde no los esperábamos. Personas nuevas y capaces. Nuestra parte poderosa, la que quiere y puede crecer, va a ocupar más lugar en nuestro mundo. Ya asoma.