Los últimos meses marcaron la recuperación definitiva del crédito a partir de un firme control de riesgos en el sistema financiero, permitiéndonos presentar un frente sólido, estable y resistente frente a cualquier escenario. Para lograrlo, el Banco Central ha implementado una política de regulación y desarrollo de mercados, resolviendo muchas asignaturas pendientes que mantenían a la banca en una zona gris.
La profundización de la estabilidad financiera estuvo acompañada por una política monetaria prudente, predecible y transparente que permitió acumular reservas internacionales hasta niveles récord (en 2005 las reservas crecieron más de 8.400 millones de dólares; un 54% por encima del récord acumulado en 2004) en el marco de una economía en transición que se encamina hacia un sendero de equilibrio de largo plazo.
El principal movimiento en pos de un adecuado manejo de riesgos fue una certera política de incentivos para incrementar los préstamos al sector privado. El aumento del crédito a empresas y familias ha sido, en gran medida, la contracara del importante esfuerzo realizado para reducir la exposición del sistema al gobierno, a partir de una serie de instrumentos diseñados ad hoc por el Banco Central. Al respecto, nuestra historia reciente no deja dudas: la excesiva vinculación financiera al sector público implica una abultada concentración de riesgos, un descalce de plazos entre activos y pasivos y una importante inmovilización que conspira contra el financiamiento productivo.
La financiación al sector público cayó de casi 40% a 31% del activo en los últimos doce meses con lo cual se deja definitivamente atrás el crowding out de la década pasada –cuando los préstamos estaban dirigidos fundamentalmente hacia el gobierno– para pasar al crowding in, otorgándole a las empresas y familias el motor de la política crediticia nacional. Este proceso se dio a partir de medidas como el establecimiento de un máximo de crédito al gobierno de 40% del activo y la consolidación del cronograma para la valuación de activos del sector público a valor de mercado. Esta última iniciativa elevó la calidad de la información de los balances, y generó un mayor incentivo para vender estos activos, permitiendo además fortalecer la situación de los bancos ante el riesgo de tasa de interés real dado que, en su mayoría, se trata de activos a tasa de interés fija y ajustados por CER.
El desplazamiento del crédito hacia el sector privado no sólo mejora el perfil de las carteras de los bancos y revitaliza la intermediación financiera sino que también asegura la autonomía del sistema monetario y financiero frente a la Tesorería Nacional. En efecto, el financiamiento al gobierno constituye una de las aristas críticas que siempre se ha soslayado cuando se evalúa la independencia de los bancos centrales en países emergentes. En dichos países una excesiva tenencia de deuda pública por parte de los bancos implica asumir niveles de riesgo que pueden derivar en comportamientos perversos al momento de intentar deshacer posiciones.
Los esfuerzos del sistema se dirigieron simultáneamente hacia la normalización de los pasivos heredados durante la crisis. Al pago de las cuotas pautadas en el esquema de cancelación de los redescuentos otorgados en 2001–2002, se le agregó la utilización de un nuevo mecanismo de precancelación desarrollado por nuestro equipo profesional. Como resultado, el 80% de las entidades endeudadas canceló la totalidad de su deuda. A partir de este instrumento, el sistema se consolidó como una de las principales fuentes de contracción monetaria en 2005, reflejando no sólo la salud del mismo sino también el compromiso de la autoridad monetaria con el cuidado de su patrimonio.
La sostenida expansión de los depósitos privados, sumada a otros favorables indicadores, evidencia un adecuado nivel de cobertura del sistema frente al riesgo de liquidez. El desarrollo de los mercados interfinancieros y la presencia del Central tanto en el mercado de pases como en su recobrada función de prestamista de última instancia han sido mecanismos fundamentales para recrear la fluidez y la dinámica entre las entidades. Mediante estos desarrollos y una administración más eficiente, se ha inducido a una reducción notable en la probabilidad de que un problema de liquidez puntual tenga consecuencias sistémicas.
En un marco de solidez frente a los riesgos derivados del crédito, la liquidez y el descalce de monedas, las entidades lograron mostrar resultados positivos anuales por primera vez luego de la crisis, los cuales ascendieron a 1% del activo, duplicándose si no se consideran los legados del pasado (amparos y valuación de activos del sector público). A este favorable desempeño, se suman las capitalizaciones realizadas tanto por instituciones públicas como privadas, cercanas a $ 2.200 millones en 2005. Al respecto, más de la mitad de las mismas fueron efectuadas por entidades extranjeras, las cuales, recién el año pasado volvieron a posicionarse para expandir sus negocios, reflejando la renovada confianza de la banca internacional.
Si bien el sistema continúa profundizando su proceso de recuperación, todavía quedan tareas pendientes para el mediano plazo. Los préstamos al sector privado no llegan a 10% del Producto, muy por debajo de los niveles históricos nacionales y de lo observado internacionalmente. Además de la expansión prudente del crédito a empresas y familias, las entidades deberán continuar acrecentando el horizonte temporal de su oferta crediticia. No obstante, el amplio potencial de crecimiento, éste debe materializarse en consistencia con una política de administración de riesgos que incluya la aplicación de adecuados criterios de evaluación de deudores. En este sentido, la regulación prudencial puesta en práctica se ha visto complementada por una agresiva política de supervisión que, entre otros logros, permitió cumplir satisfactoriamente con el cronograma previsto de inspecciones integrales in situ.
Con el objetivo de fortalecer la estabilidad financiera, el Banco Central ha desarrollado los incentivos de mercado adecuados para enfrentar potenciales vulnerabilidades en el camino hacia el desarrollo pleno del sistema bancario. Para ello, el mercado de capitales constituye un complemento clave para la ampliación del horizonte temporal del fondeo del sistema financiero. Así, se han promovido y apoyado las iniciativas tendientes a profundizar este ámbito a partir de la titulización de activos, el desarrollo de los mercados de futuros –donde, en algunos de ellos como el del dólar, el ente rector comenzó a participar activamente– y la creación de un mercado secundario de depósitos a plazo.
En síntesis, el Banco Central continuará estableciendo las condiciones necesarias para que el financiamiento pueda expandirse en un entorno de riesgos acotados. Este nuevo marco normativo ha sentado las bases para que el aumento del crédito funcione como un dinamizador genuino que facilite el crecimiento económico sostenido.