La frase, perteneciente a Perón, se completa con: “...son aquéllos que viven esclavos de sus leyes . La metáfora es elocuente. Justa para los argentinos que vivimos desde hace más de 70 años pisoteando la Constitución, las leyes y la independencia de nuestros jueces. Me permitiría insertar en la frase aludida, después de “libres , “...y prósperos . Es que el círculo vicioso de la pobreza empieza en la falta de un Estado de Derecho, en el que se respeten las reglas de juego y no se mancillen por el propio Estado. Donde la garantía de los ciudadanos ante desbordes de los poderes Ejecutivo y Legislativo esté en la independencia de los jueces.
Con esa supremacía del derecho a regir durante años, podríamos esperar un renacimiento de la confianza de ahorristas/inversores. Con ahorro e inversión abundantes, tendríamos un sostenido crecimiento económico y progreso social y un mercado laboral demandante y lleno de oportunidades. Terminaríamos con el estancamiento, la pobreza, la indigencia, la marginalidad, mejorando en seguridad y disminuyendo la delincuencia.
No nos debería sorprender que en los últimos 6 años (1998/2003) la variación acumulada en el Producto haya sido del -11,1 %, que el índice de desocupación sea aún del 15%, que los pobres del país sean el 50% y que los argentinos tengan u$u 150.000 millones de activos en el exterior.
Es que si tomamos nuestra historia de los últimos 40 años, nos encontramos que en todos los gobiernos –más allá de algunos aciertos– ha habido atentados al orden constitucional y/o manotazos a la riqueza privada en forma recurrente cuando los papeles se quemaban por déficits fiscales endémicos o excesos de deuda pública. Así, Arturo Illia anuló los contratos petroleros suscriptos por Frondizi, desconociendo el principio de continuidad del Estado. Luego, devolvió en pesos al tipo de cambio oficial los depósitos bancarios en dólares. Onganía, derribó al jaqueado Illia, devaluó el peso en un 40% en 1967 y para tapar el déficit fiscal echó mano de fondos públicos que en realidad pertenecían a los jubilados.
En el siguiente período constitucional, el Rodrigazo de 1975 recordó la hiperinflación alemana, con un récord del 130% de inflación en junio de dicho año y una fuerte redistribución del ingreso, seguramente regresiva. Previo al golpe de 1976, el dólar tocó uno de los máximos niveles de la historia en términos reales, pulverizando los ingresos en pesos. El golpe de 1976 dio paso a la tablita cambiaria rota a principios de 1981 con una devaluación grande y con el ministro Sigaut proclamando “el que juegue al dólar pierde .
En el siguiente turno constitucional, Raúl Alfonsín estableció en junio de 1985 el llamado Plan Austral. El mismo contenía el novedoso desagio por el cual el Estado disponía cuánto debía cada deudor a su acreedor por deudas a vencer después de la implementación de dicho plan. El apresurado fin de Alfonsín sorprendió con un 200% de inflación en julio de 1989, híper devaluación y demás contenidos típicos de corridas bancarias y desconfianza generalizada. Carlos Menem salió de la híper del 89 pero tuvo la suya pocos meses después. Sancionó el Plan Bónex y todos los depósitos bancarios –salvo casos excepcionales– y títulos públicos fueron convertidos a Bónex 89 a una paridad de $ 2.000/u$s. Los Bónex 89 empezaron a cotizar en Bolsa a una paridad del 42%. Cuando le entregó el poder a De la Rúa en diciembre de 1999, con su re-reelección frustada había incrementado sustancialmente el déficit fiscal y el endeudamiento interno y externo para sostener la Convertibilidad. Tras el impuestazo de Machinea, el blindaje y el megacanje, la todavía cercana crisis de diciembre de 2001 empezó con el corralito, dos meses después de la sanción de la ley de intangibilidad de los depósitos bancarios, y terminó con la renuncia 15 días después. Luego vinieron los tres presidentes en una semana y la aplaudida declaración de default de Rodríguez Saá.
No actuamos como un preocupado deudor que busca acordar con sus acreedores una salida decorosa. Nos parecimos más al quebrado que prefiere dejar un tendal. Vinieron después la maxidevaluación, la pesificación asimétrica y el corralón de los depósitos a plazo fijo con la frase de Duhalde: “El que depositó dólares cobrará dólares y el que depositó pesos cobrará pesos .
Aún hoy quedan varias asignaturas pendientes. Cabe plantearse cómo revertir este camino tan adverso. Tal vez haga falta un fuerte proceso de esclarecimiento para que la gente ponga a la causa de los problemas –el pisoteo del derecho– en igual rango que sus efectos –la pobreza, el desempleo, la inseguridad–. Y tal vez haga falta un partido o movimiento que impulse la idea (y logre consensuarla junto con otras políticas de Estado básicas) de que los pueblos libres y prósperos son los que viven esclavos de sus leyes.