Los niveles de obesidad cada vez mayores obligaron a la industria alimenticia a preocuparse por aquellos que consumen demasiadas calorías. ¿Y qué ocurre con los 845 millones de personas que no tienen suficiente para comer? En 2000, los estados miembro de las Naciones Unidas prometieron que en 2015 la proporción de individuos con hambre bajará a la mitad, en relación con los ‘90. El aumento de la población y el sólido crecimiento económico de China convierten a este “objetivo de desarrollo del milenio en menos difícil de lograr.
Sin embargo, el equipo de trabajo que está diseñando la estrategia para cumplir con este objetivo, afirma que el compromiso se mide país por país y no a nivel mundial. Por lo que es más complicado lograrlo, en particular desde que la cantidad de desnutridos sube en el Africa subsariana.
Los políticos tendrán una gran influencia en el éxito o fracaso de este proyecto. Sin embargo, Pedro Sanchez, co-líder del equipo de trabajo, sostiene que es esencial la participación del sector privado. Los grupos multinacionales de alimentos ya forman parte de varios intentos por mejorar la nutrición en los países pobres.
Nestlé, la alimenticia más grande del mundo, puede mencionar varias actividades que mejoran la alimentación de los pobres, desde fortificar algunos productos con vitamina D y calcio hasta donar alimentos a zonas carenciadas. Unilever se esforzó mucho por encontrar una forma económica de agregarle yodo a la sal en Ghana. HJ Heinz proclama su éxito en el programa mediante el cual, en Mongolia y Guyana, incorpora hierro y otros micronutrientes a los alimentos. Procter & Gamble también fortifica el nivel nutricional de sus productos.
Sanchez afirma que las empresas no están haciendo suficiente. “Pero no las culpo por eso. No creo que hayamos involucrado suficientemente al sector privado. Quiere que los productores agropecuarios de los países pobres reciban mayor capacitación de sus poderosos clientes multinacionales. También le gustaría que se permita que las firmas alimenticias que invierten en la prevención del hambre anuncien ese hecho en las etiquetas de sus productos.
Hay dos precedentes que deberían advertir a la industria alimenticia sobre los peligros de la complacencia. El primero es la forma en que la obesidad de repente se convirtió en una preocupación internacional con el poder de dañar la reputación corporativa. El segundo es la presión que se ejerce sobre los laboratorios para que bajen los costos de los medicamentos para el SIDA en los países en desarrollo.
Por sobre todo, ignorar la lucha contra el hambre no favorece comercialmente a las alimenticias multinacionales. Con las ventas de muchos alimentos bastante estancadas en el mundo desarrollado, el mundo en desarrollo ofrece una de las pocas fuentes de crecimiento futuro..