La política fiscal y la monetaria han estimulado la demanda en 2005 y todo indica que así ocurrirá también en 2006.El dólar por encima del nivel que el mercado considera de equilibrio determina tasas de interés bajas en pesos, incluso negativas en términos reales, lo que fomenta la demanda de bienes de consumo durables, la construcción y la reinversión de utilidades. El gasto del sector público nacional está subiendo 23% en 2005 y el Presupuesto proyecta un incremento de las erogaciones primarias del orden del 13% para 2006. Si éste es el escenario, entonces es crucial pensar en un shock de oferta para la economía argentina, de modo de evitar que aquellos estímulos beneficien a proveedores externos o deriven en más inflación.

A medida que se agotaba la capacidad instalada, la inversión ha reaccionado a un ritmo razonable, si se consideran las restricciones de financiamiento, la elevada presión tributaria y los temas contractuales irresueltos.

Sin embargo, es sabido que la inversión actual es insuficiente. El tema es que no hay sólo un problema de volumen, sino también de asignación.

Desde dos vertientes se verifica que hay un freno de mano que puede afectar el objetivo de generar un shock de oferta para balancear los estímulos de demanda:

a) Pese al cambio de precios relativos, la participación de los sectores productores de bienes en el PIB, si bien avanzó respecto de 2001, sólo se ubica 0,35 puntos porcentuales por encima del nivel de 1998, alcanzando 32,6%.

b) Además, los datos sectoriales que pueden reconstruirse indican que el problema energético está afectando las decisiones vinculadas con nuevos emprendimientos. De los doce sectores que encuesta el Indec para elaborar el Estimador Mensual Industrial (EMI), los que menos han expandido su capacidad de producción desde 2001 son aquellos de mayor consumo de electricidad, gas y agua por unidad producida. El determinante de las nuevas inversiones ha sido el agotamiento de la capacidad instalada, pero fuertemente condicionado por la expectativa de provisión futura de esos insumos críticos.

Ya se ha señalado que Brasil duplicó la extracción de petróleo en los últimos 8 años, mientras en la Argentina cayó más de 20%. En gas natural, la producción de Brasil subió más de 80% en ese período, contra una suba de 40% en nuestro país. La Argentina debería recuperar ventajas comparativas en este ámbito, clave para la atracción de inversiones aguas abajo de estos insumos, más en un contexto internacional donde el alto precio del barril ha llegado para quedarse.

Los datos, entonces, estarían reclamando la introducción de más mercado para reactivar la oferta de producción y transporte de petróleo, gas y electricidad. Si la tasa de inflación no desciende, esto obligará a introducir mecanismos automáticos de actualización de tarifas allí donde los precios no los fija el mercado día a día, pero éste sería un mal menor frente a la opción que las inversiones demoren. Además, no se trata de indexar automáticamente por mayores costos: debe restarse un factor x por avances de eficiencia, que los concesionarios del servicio deben satisfacer.

Por lo demás, un shock de oferta implica lograr que las empresas ofrezcan al mercado más bienes y servicios con precios no demasiado diferentes de los actuales (salvo aquellos que todavía están rezagados). Esto requiere una combinación de varios factores:

reducción de costos impositivos y de financiamiento de largo plazo;

mejoras continuas de productividad que permitan aumentos salariales sin afectar los costos laborales unitarios;

canje de menores márgenes empresariales por mayores volúmenes de producción y ventas;

incremento en la eficiencia en el uso de insumos;

mejoras continuas en la logística para abaratar costos de transporte y comunicaciones

De esa ambiciosa agenda, se destaca en esta oportunidad el tema del financiamiento. La desventaja con Brasil aquí no reside sólo en la masa de recursos que maneja el Bndes, con nuevos créditos por 60.000 millones de reales durante 2005: es también la existencia de una tasa de interés de largo plazo en reales, actualmente en 9,75% anual. La cuestión es que esa tasa es definida como la suma de la meta de inflación del Banco Central más el nivel de riesgo país en un momento determinado. Como Brasil está teniendo éxito en el control de la inflación y el riesgo país también ha descendido, es posible que esa tasa se ubique por debajo de 8,5% anual. En nuestro país, el esquema de metas de inflación está pasando al olvido, pero el problema es que no hay nada a cambio como para empezar a perfilar una tasa de interés de largo plazo en pesos, es decir, al margen del dólar y del CER. El requisito es que sea atractiva para financiar inversiones, pero suficientemente remunerativa como para que los capitales de largo plazo se vuelquen voluntariamente a esa opción. De lo contrario, habrá que aceptar mecanismos de indexación.