Mientras se preparaba para viajar a Londres para asistir a la cumbre del G-20 este año, el Rey Abdullah tomó la decisión más importante desde que asumió como líder del país productor petrolero más grande del mundo.
El octogenario monarca debía viajar y dejar el país por un tiempo mientras su segundo, el Príncipe Sultan, se recuperaba de una cirugía en Nueva York en medio de especulaciones sobre su salud. Como no contaba con ninguna persona para cubrir ese vacío en el liderazgo, el Rey Abdullah designó al príncipe Naif, un medio hermano, como segundo viceprimer ministro. La medida ubicó al veterano ministro del Interior segundo en la línea de sucesión al trono y, lo que es muy importante, dejó en claro quién conducirá las cuestiones financieras y políticas de la región en el futuro inmediato.
En algunos lugares, la decisión fue bienvenida y puso punto final a varios años de incertidumbre sobre el sensible tema de la sucesión en una nación gobernada por hombres que transitan su séptima o novena década de vida. Están los que opinan que el príncipe Naif es un personaje sensato que encabezó la batalla contra los militantes locales de al-Qaeda y manejó con firmeza el timón.
Sin embargo, para otros echó por tierra cualquier esperanza de que una nueva generación llegara a los corredores del poder, y frustró a quienes querían reformas políticas, aunque pequeñas, a la monarquía absoluta.
El príncipe Naif, de 74 años, es considerado un conservador cercano al establishment religioso a quien a menudo se lo culpó de oponerse a reformas importantes, en particular en educación y en el poder judicial, y por lo tanto, de perpetuar la intolerancia religiosa.
La designación se produjo mientras el reino enfrenta dificultades sociales que vienen creciendo desde la década del '70. Con el reciente auge del petróleo, tuvo la oportunidad de abordar algunos de sus problemas y modernizarse, aunque al tradicional estilo saudita ultraconservador.
La dirección que tome el reino será decisivo no sólo para la región. Desde que recuperó su confianza después del intenso y crítico escrutinio tras los atentados en Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001, el reino se reafirmó en el escenario diplomático y ahora en Washington es considerado como una fuerza importante en Medio Oriente, al igual que Paquistán y Afganistán, dadas su influencia financiera y su posición como líder del mundo islámico.
También cumple una inigualable función en los mercados petroleros globales, dotado como está de una cuarta parte de las reservas de crudo probadas en el mundo y una capacidad productiva, que se ha incrementado recientemente, de 12,4 millones de barriles diarios, los suficientes para cubrir 15% de la demanda actual.
Pese a toda su riqueza de recursos, Arabia Saudita sigue siendo uno de los países más pobres del Golfo en términos de ingresos per cápita, con una enorme población joven y preocupación por la contracción de la clase media.
El alza de los precios del petróleo hasta el segundo semestre de 2008 permitió al reino reducir su deuda, que de representar casi el 100% del PIB pasó a 20%, mientras sus activos extranjeros superaron los u$s 500.000 millones el año pasado.
La economía petróleo-dependiente, que estuvo estancada durante gran parte de las décadas de los ochenta y noventa, está obteniendo un saludable crecimiento y el Rey Abdullah, considerado relativamente progresista en términos sauditas, es visto como un líder que podría introducirse lentamente en el siglo XXI.
Sin embargo, el país no ha sido inmune a la crisis global y se prevé que la economía se contraiga cerca de 1% este año comparado con el crecimiento de 4,5% en 2008, principalmente debido a la fuerte caída de los precios del crudo y a los recortes en producción, dado que los hidrocarburos representan la mitad del PIB nominal.
Sufrió otro revés cuando se supo que dos importantes empresas sauditas, Saad Group y Ahmad Hamad Algosaibi & Brothers, estaban sufriendo dificultades financieras y en total debían a bancos cerca de u$s 20.000 millones. Las dos están trabadas en una extraña batalla pública que ha empañado la imagen del reino desde que el enfrentamiento llegó a los tribunales internacionales.
Debido a la saga, que salió a la superficie a fines de mayo, los ya cautelosos bancos sauditas restringieron sus préstamos al sector privado y demoraron así cualquier recuperación, aseguran los analistas.
Sin embargo, los analistas siguen siendo optimistas en cuanto al panorama económico de mediano plazo. El gasto del gobierno es el principal impulsor de la actividad económica y, lo que es significativo, el gobierno presentó un presupuesto expansivo en diciembre del año pasado para estimular el crecimiento.
El gobierno, que maneja sus fondos con prudencia cuando hay afluencia de petrodólares, también prometió invertir u$s 400.000 millones en infraestructura e hidrocarburos en un plazo de cinco año.
No puede darse el lujo de mantenerse quieto: persisten muchos de los problemas y preocupaciones locales que castigan el reino desde hace décadas, pese la renovada capacidad financiera del Estado.
Se estima que más del 60% de los 24 millones de habitantes tiene menos de 25 años, mientras que la tasa de desempleo oficial se mantiene cercana a 10%. El efecto derrame proveniente del auge ha sido lento, y la inflación subió a niveles récord en 2008, lo que perjudicó a los sauditas comunes y corrientes que deben pagar más caros los alimentos y alquileres.
"A simple vista, la economía parece muy favorable, pero es necesario continuar con las reformas significativas. Los temas sociales requieren continua atención -la educación todavía es un problema importante que debe afrontarse, la privatización todavía está pendiente al igual que la creación de más puestos de empleo para los sauditas", señaló John Sfakianakis, economista jefe de Banque Saudi Fransi. "Se han producido grandes cambios pero deben mantenerse en el tiempo. También están quienes se preguntan si no son demasiado rápidos. La clave está en garantizar que el gobierno aproveche la oportunidad de 'derramar' la riqueza."
Se teme que sin las reformas sociales y económicas, aumente la cantidad de jóvenes sin trabajo y insatisfechos, en especial en un momento en que la militancia islámica sigue siendo una amenaza, como quedó demostrado con el reciente intento de asesinato al príncipe Mohammed, hijo del príncipe Naif.
"El problema es que el gobierno se niega simplemente a erradicar la retórica radical y reemplazarla por un discurso religioso liberal", dijo Khalid al-Dakhil, profesor y activista político.
Es prioritaria la necesidad de diversificar la economía para que dependa menos del petróleo y mejorar la capacitación y ética laboral de los jóvenes sauditas. El gobierno también debe convencer al sector privado de que los contrate, después que tanto se ha beneficiado de la mano de obra importada y barata. También hay 6,5 millones de expatriados que trabajan en el reino.
Es cierto de que hubo algunas mejorías. Es cada vez más común ver jóvenes sauditas trabajando en hoteles, restaurantes de comidas rápidas y taxistas. Pero el ritmo del cambio es notoriamente glacial y el país se ve impedido por la ineficiente e hinchada burocracia. "Mire, no se puede decir que es suficientemente rápido. Siempre se pide un ritmo más rápido de crecimiento", explicó Abdulrahman al-Tuwaijri, presidente de la Autoridad del Mercado de Capitales y ex miembro del Consejo Económico Supremo. Pero "se hicieron muchas cosas y creo que ahora estamos en una posición en la que podemos asegurar que aquí está el potencial para el crecimiento sostenido".
Poco tiempo antes de la designación del príncipe Naif, el Rey Abdullah anunció modificaciones que fueron consideradas importantes para la reforma. En un extraño cambio de gabinete, los acérrimos conservadores fueron desplazados y reemplazados por fuerzas más moderadas en los ministerios de Justicia y Educación, ambos bastiones del establishment religioso. Sin embargo, disminuyó el optimismo de que los cambios surtan efectos sustanciales.
"El problema no es cambiar nombres, sino cambiar las mentalidades", señaló un abogado saudita. "Es la falta de liderazgo y la ineficiente burocracia. . . ahora que el país se abrió ya no pueden decir que nuestra educación es la mejor del mundo y que nuestros hospitales son los mejores del mundo (y creérselo)".
En el frente político, pocos mantienen las esperanzas de reforma; y las elecciones municipales -la única votación que abarcó todo el país fue en 2005- hace poco se pospusieron por dos años. Además, el príncipe Naif anteriormente dijo que no había necesidad de que las mujeres -que son fuertemente segregadas- formen parte del consejo shura saudita (la asamblea consultiva) o que sus miembros sean elegidos.
Algunos observadores también señalan que la presencia del príncipe Naif se está sintiendo en el área social desde que asumió como segundo viceprimer ministro. En julio, fue cancelado el único festival del cine del reino y los observadores sostienen que hay señales de que está resurgiendo el Mutawa'a, la notoria policía religiosa que en los últimos años estuvo bajo estrecha vigilancia del público. "Hay cierta sensación de que Naif está actuando y brindándole una segunda oportunidad a los conservadores religiosos," señaló un observador occidental. "El rey es el rey, por lo tanto la reforma sigue adelante, pero la pregunta es qué sucede después del rey".
Otro saudita afirmó que, mientras el petróleo fluya, no habrá reforma política. "Es una fantasía".