En las últimas semanas han aumentado las presiones de EE.UU. y Europa para que China revalúe su moneda. En efecto, el yuan se ha mantenido fijo desde 1994 a una cuasiparidad de 8,28 yuan/u$s. Esto no sólo le ha ayudado a China a crecer a tasas del orden del 8% anual, sino también a aumentar exponencialmente sus exportaciones y a incrementar sus reservas monetarias a niveles récord.

¿Cómo hacen las autoridades monetarias chinas para mantener una cuasiparidad con el dólar? Compran el excedente de dólares del superávit comercial que mantienen con EE.UU. a 8,28 yuan por dólar vía emisión, y luego absorben dicha moneda mediante la emisión de letras. Su mercado de cambios es cerrado y muy regulado.

¿Por qué inunda de productos baratos a los principales mercados del mundo? Básicamente porque tiene una moneda barata artificialmente sostenida, una mano de obra de u$s 0.60 la hora y porque se le han abierto muchos mercados desde que ingresó a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001.

El cuento chino

Más allá de algunos temores a un rebrote inflacionario por aumento del dinero circulante, para China todo este escenario es maravilloso. Su economía crece a tasas altas, el ingreso de capitales extranjeros aumenta y el nivel de vida de la población mejora. El objetivo del gobierno de multiplicar por 4 el ingreso real per cápita en los próximos 15 años, pasando de los 1.000 dólares actuales a 3.500 parece viable.

Los que no están muy satisfechos con este cuento chino son principalmente EE.UU. y Europa. El primero básicamente porque el 25% de su déficit comercial de u$s 700 billones actual se lo está generando el país asiático. En el caso del viejo continente, porque desde que comenzó el fenómeno de devaluación del dólar en febrero de 2002, ha visto revaluarse su moneda en más de un 50%, perdiendo gran competitividad exportadora.

Claramente la paciencia se agotó en los dos continentes. Al problema del régimen cambiario se suman los inconvenientes generados por una ola proteccionista que se ha despertado en ambos lados del Atlántico, desde que a principios de enero se liberaron los cupos de exportaciones textiles chinas. Según cifras del Departamento de Comercio estadounidense, las importaciones de estos productos en el primer trimestre han sufrido un alza de entre 300% y 1.500%. El sector de la producción textil estadounidense perdió 3.100 empleos y el de la producción de ropa 4.500 puestos de trabajo en el mes de marzo. EE.UU. ha impuesto siete salvaguardias a rubros de importaciones textiles chinas, a fin de contener un ingreso exagerado de productos de ese país.

Entre EE.UU. y el país asiático, las relaciones diplomáticas y comerciales se han tensado en las últimas semanas. Bush llamó a China a respetar las reglas de comercio internacional recordándole que sólo bajo esta condición será admitido en la OMC. En la Cámara de Representantes están pendientes de aprobación dos leyes que establecen: la primera, un arancel uniforme del 27,5% sobre la totalidad de importaciones chinas si dentro de los próximos seis meses no se revalúa el yuan mientras que, la segunda, define a la manipulación del tipo de cambio como un subsidio a las exportaciones. El 17 de mayo, en su informe semestral al Congreso el secretario del Tesoro, John Snow, hizo su crítica más dura hasta la fecha del sistema monetario chino. Afirmó que la fijación del tipo de cambio impide el necesario ajuste de los desequilibrios internacionales, atrae flujos de capitales especulativos y es un creciente riesgo para la economía china.

El presidente francés Jaques Chirac, en una reunión efectuada en Moscú, le transmitió a su homólogo Hu Jintao su extrema preocupación por el aumento de las exportaciones de textiles chinos a Francia. Asimismo autoridades del FMI declararon al diario Financial Times que, a los efectos de que China mantenga encarrilada su floreciente economía, la misma debe flexibilizar a la brevedad su régimen cambiario.

El rígido sistema cambiario chino se ha convertido en un factor altamente distorsivo. China deberá revaluar su moneda más temprano que tarde. Esto es un hecho. Siguen siendo inciertas la fecha, proporción y detalles de la operación. En lo que todos los economistas coinciden es en que deberá ser un proceso gradual y moderado. No se trata de un juego de suma cero. Una revaluación implicaría un enfriamiento del crecimiento chino y un aumento de las tasas de interés internacionales por una reducción de las reservas chinas. Sería adecuada una primera ampliación de la banda del orden del 1-1,5% hacia ambos lados para luego moverse moderadamente hacia extremos más amplios. Atar el yuan a una canasta de monedas también puede ser una alternativa viable. En cualquiera de los casos, será fundamental la cooperación de países y organismos multilaterales para que el resultado del proceso de flexibilización pueda contribuir al ajuste de los desequilibrios globales y al crecimiento sostenido de la economía mundial.