En privado, los analistas griegos llevaban meses debatiendo cuándo se produciría la inevitable vuelta en U en materia económica que tendría que dar el gobierno socialista.
Este vuelco, materializado en el paquete de ajuste fiscal más duro que ha visto Grecia desde la Segunda Guerra Mundial, finalmente se dio a publicidad ayer después de meses de sostenida presión por parte de los mercados financieros internacionales.
Tras su victoria en las elecciones nacionales de octubre pasado, el primer ministro George Papandreou, se había mostrado poco dispuesto a abandonar sus promesas preelectorales de incrementos salariales, mayor gasto social y una gran inversión pública en desarrollo “verde .
Hizo falta la turbulencia en los mercados de bonos griegos y las presiones de las más altas personalidades políticas y económicas de Europa para convencer a Papandreou de que debía cambiar radicalmente el rumbo.
Tanto José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europa, como Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, y Angela Merkel, canciller de Alemania, advirtieron al primer ministro que sin reformas más agresivas, Grecia corría riesgo de ser dejada a la deriva por sus socios europeos.
En público, Papandreou, que todavía tiene altos niveles de aprobación, ha fortalecido su retórica para que refleje la profundización de la crisis. Pero el primer ministro enfrenta tensiones con los sindicatos, y ayer parecía haber perdido el respaldo de Adedy, el principal gremio del sector público, que representa más de 12% de la fuerza laboral estatal.
Spyros Papaspyros, presidente de Adedy, dijo que al recortar las bonificaciones que otorgan dos salarios anuales extra a los empleados públicos, los socialistas cruzaron la línea roja. “No vamos a ser las víctimas del sacrificio , señaló Papaspyros.
Dada la capacidad de los sindicatos para crear caos en las calles de Atenas y demorar las reformas, Papandreou, que es famoso por su paciencia, tendrá que perseverar para convertir sus anuncios en realidad.