Ninguna de las fechas pre-establecidas en el cronograma de las negociaciones agrícolas de la Rueda Doha ha sido cumplida. Con este resultado, en menos de un mes, los negociadores se dirigirán a Hong Kong para participar de la próxima Reunión Ministerial. Estas negociaciones llevan cuatro años y están en el mismo lugar donde estaban cuando se lanzó esta Rueda en 2001. Una situación de este tipo no tiene antecedentes en el sistema multilateral de comercio.
¿Qué pasó? Los tres grandes participantes en estas negociaciones –el G-20, Estados Unidos y la Unión Europea–, han presentado sus posiciones y éstas muestran que mientras las dos primeras no difieren significativamente, la posición de la protegida Unión Europea (y Japón como muestra el Cuadro 1), es extremadamente mercantilista e inaceptable para los intereses de muchos países en desarrollo.
Por su parte, si bien el G-20, al cual pertenecen Argentina, Brasil, China e India entre otros, demanda una liberalización importante del proteccionismo agrícola, la misma dista mucho de representar una posición extrema. De acuerdo a ésta, el proteccionismo agrícola se reduciría de manera importante, pero la agricultura seguiría siendo el sector más protegido del comercio multilateral de bienes. A cambio de esto, el G-20 aceptaría discutir menor protección en productos manufacturados y servicios entre otros.
Un paquete de esta naturaleza representa una negociación basada en el principio básico de reciprocidad de la OMC que debiera ser la guía de las negociaciones multilaterales. Este principio establece que las concesiones comerciales otorgadas por un país a los otros miembros, deben ser aproximadamente equivalentes a las que recibe.
Por su parte, la UE ha pregonado
que ésta sería la Rueda del Desarrollo, cuyo objetivo sería el de disminuir los niveles mundiales de pobreza. Dado el hecho de que muchos de los países en desarrollo tienen claras ventajas comparativas en productos agrícolas, la Rueda de Doha solo puede ser la Rueda del Desarrollo si en la misma se acuerda una mejora importante de acceso a mercados para estos productos.
La posición negociadora de la UE (y Japón) está a favor de mantener un elevado proteccionismo agrícola y, por lo tanto, condena a una parte importante del mundo en desarrollo a seguir viviendo de la caridad, en lugar del trabajo y el comercio abierto. A cambio de una oferta claramente insuficiente, la UE demanda concesiones importantes en la liberalización del comercio de servicios y productos manufacturados: esta es una oferta mercantilista que no está alineada con el espíritu y los principios que durante más de 50 años han guiado las negociaciones multilaterales. ¿Cuál es la razón de una posición tan intransigente? Debe buscarse en el elevado poder de los grupos que se benefician con las rentas generadas por el proteccionismo. En la UE por ejemplo, el 75% de los subsidios agrícolas benefician al 25% de los establecimientos más grandes. Los que reciben estos subsidios han generado los puntos de apoyo políticos para mantenerlos, mientras que los que se perjudican, como los consumidores y contribuyentes, no tienen voz en las decisiones.
Los países industriales más proteccionistas especularon con que las negociaciones de Doha tendrían un resultado similar a las de la Rueda Uruguay: un gran desbalance en contra de los países en desarrollo. El G-20 se creó, precisamente, para evitar otro resultado desfavorable y asegurar que el principio de reciprocidad sea respetado. En el mundo en desarrollo, existe un sentimiento generalizado de que las actuales reglas del sistema multilateral son desequilibradas y favorecen los intereses de grupos poderosos ubicados principalmente en países desarrollados. Bajo estas circunstancias un fracaso como el que se vislumbra si la UE insiste en su posición, aumenta el riesgo asociado con una retracción del sistema multilateral basado en reglas, hacia otro basado en el poder y la discreción.
En este mundo, los países más chicos y pobres llevan todas las de perder. Estamos corriendo el serio riesgo de que la Rueda Doha se transforme en la Rueda anti-desarrollo con un aumento de la pobreza (por encima de los 600 millones de personas de acuerdo a una estimación) y la desigualdad mundial.