Por qué tantos miles de personas, especialmente jóvenes, caminan a Luján año tras año?
¿Quién, en el país, se hace cargo de analizar lo que este verdadero acontecimiento social significa? Porque, se haya dicho o no, la peregrinación a Luján constituye un fenómeno digno de ser estudiado y capaz de disparar unas cuantas preguntas. Por ejemplo: ¿cómo se mira este suceso en términos de liderazgo? ¿Quién se adjudica el triunfo de esta columna interminable, llegando con el cansancio a cuestas a la Basílica? ¿O tal vez será cuestión de abordarlo desde otra perspectiva?
Una primera y elemental aproximación al asunto consiste en escuchar los motivos que los propios caminantes brindan como explicación de semejante esfuerzo. Porque, valga la digresión, se trata de un desafío muy duro para cualquiera: hay unos 60 kilómetros entre Buenos Aires y Luján y se camina con todo tipo de avatares climáticos, con la menor logística posible y sin el supuesto aliciente de recibir algún premio material a la llegada.
Fundamentalmente los peregrinos van a pedir y a agradecer. Llevan consigo lo que da verdadero sentido a sus vidas: el trabajo que falta o que ya se consiguió, la salud del ser querido, el hijo que no viene o que ha llegado después de mucha espera, y un largo etcétera. Un dato relevante es que no piden o agradecen sólo por ellos mismos, sino por sus seres más queridos. Simplemente eso: historias personales o familiares, que podrían ser calificadas como mínimas, irrelevantes para ‘la sociedad .
Pero ocurre que, justamente, esos hombres y mujeres, esa multitud de jóvenes que cambian un fin de semana de descanso, deporte, baile o reunión con amigos por el extenuante recorrido hacia el oeste, son ‘la sociedad. Y eso parece ser lo que está exigiendo una visión más detenida y más respetuosa de significados, alcances y consecuencias de parte de los especialistas.
Los políticos, y los dirigentes en general, temen internarse públicamente en la consideración de lo religioso por una combinación de prejuicios y temores. En voz baja, a veces sus asesores hablan de “cuestiones de imagen para explicar esa actitud. Los intelectuales, por su parte, suelen desdeñar ese aspecto de la vida de las personas y los pueblos por el peso de años, décadas y siglos de impronta racionalista, que ubica la religión entre las dimensiones que -vaticinan- quedarán finalmente superadas con el avance de las ciencias ...
Contundente, innegable, el mensaje de Luján espera que desde fuera de la Iglesia alguien evite el fácil recurso de ignorarlo y se disponga a intentar su comprensión. Mientras tanto, los peregrinos continuarán caminando, con sus esperanzas, angustias y alegrías.