Francia no es un país al que se asocie con la venta masiva de Big Macs. Después de todo, es una nación reconocida por su amor por la buena comida y el vino, y fue en el sur de Francia donde un grupo de granjeros, dirigido por José Bové, destruyó un local de McDonald’s hace ocho años.
Sin embargo, ahora Francia es la subsidiaria más rentable de la cadena estadounidense en Europa y las ventas de 2006 llegaron a 2.700 millones de euros (u$s 3.800 millones) lo que significa un aumento de 9,8% sobre las cifras del año previo. Tras abrir 29 nuevos restaurantes en los últimos 12 meses, ahora el grupo tiene 1.085 locales en Francia.
Este éxito se debe a que la cadena decidió, en la década de los 90, invertir mucho dinero en crear un clima más sofisticado y agradable en sus restaurantes franceses. En lugar de las brillantes luces fluorescentes y las mesas y sillas de plástico amarillo y blanco, que son típicas de la marca en Estados Unidos, los que van a comer a los McDonald’s franceses encuentran mesas de madera y sillas tapizadas. Algunos locales tienen televisores, conexión a Internet y estaciones iPod . Y no hay ningún muñeco de Ronald McDonald a la vista.
La apuesta salió bien y el resultado es que el consumidor francés promedio gasta u$s 13,34 cada vez que va a comer a un restaurante de la cadena, lo que es aproximadamente el doble de lo que gasta un consumidor en EE.UU.
Los ejecutivos estadounidenses están tan entusiasmados con el resultado que algunos ya han empezado a lanzar el nuevo diseño en EE.UU.