Es difícil pronosticar el futuro económico de la Argentina, ya que por un lado la incertidumbre ha crecido, mientras que por otro lado la racionalidad ha sido una característica permanente de la política económica.

Algunas manifestaciones de la mayor incertidumbre actual; a saber:

a) Es evidente el deterioro de la relación entre la Argentina y el FMI; la tercera revisión del acuerdo está postergada, nuestro país está amortizando vencimientos y el Fondo no está reembolsando recursos.

b) La distancia entre la oferta del gobierno nacional y la demanda de los acreedores de endeudamiento público en default no cambió. El año pasado la diferencia entre la quita propuesta y la exigida era de 35%. Ahora, con las segundas posturas, la brecha es idéntica porque si bien mejoró la propuesta nuestro gobierno, también incrementó su pretensión el Comité Global de Acreedores.

c) Las dificultades en el intercambio comercial con Brasil y los problemas generados en negociaciones conjuntas (ALCA, UE, etc) provocaron un aumento del riesgo-Mercosur.

d) Son cada vez mas los sectores industriales que se acercan al máximo de su capacidad de producción y sin nuevas inversiones que permitan ampliar la oferta aparecerían presiones inflacionarias y/o deterioro en nuestra balanza comercial.

e) Todas las evidencias anteriores se manifiestan en las proyecciones económicas del mercado. El BCRA administra estos pronósticos, a través del relevamiento de expectativas de mercado (el REM), donde están las predicciones promedio de más de 50 centros económicos del país. En Mayo de este año, el REM proyectaba los siguientes aumentos del Producto (PIB); 7,5% real para el año en curso y 5% real para el 2005. En la actualidad los estimados descendieron, al 7,2% para 2004 y al 4,6% real para el próximo año.

Sin embargo, la racionalidad fue siempre una característica de la presente política económica argentina, y son varias las demostraciones, como ser:

a) La abundancia fiscal es un hecho; dos años atrás la recaudación de impuestos del sector público nacional representaba casi el 15% de nuestro PIB, hoy se aproxima al 22% del PIB. Esos 7 puntos de incremento en los recursos fiscales se aplicaron de manera verdaderamente prudente, ya que en junio de 2002 el superávit primario de la Nación era nulo y en la actualidad alcanza el 4% del Producto.

b) Existe otra abundancia, en este caso la financiera, la que es producto de la racionalidad no sólo de la política económica, también de la política monetaria. Un par de años atrás el pánico era la característica del mercado financiero, que daba lugar a la hiper-escasez de liquidez. La liberación gradual y no compulsiva del corralito y corralón provocó confianza, la que permitió acumular hasta hoy capacidad prestable por más de $ 10.000 millones.

c) Las evoluciones de la relación con el FMI y de la reestructuración de deuda pública en default fueron mejorando. Con el FMI se pasó del divorcio (fin de 2001 y año 2002) a una buena relación con mini-acuerdo primero, reemplazado en septiembre de 2003 por el actual Acuerdo de tres años. A los acreedores de nuestro endeudamiento público, de ofrecerles entre 7 y 8 dólares por cada 100 en Dubai el año pasado, en Buenos Aires durante junio de este año se les propuso entre 20 y 25 dólares por cada 100 de deuda. No se puede acusar a nuestro gobierno de falta de racionalidad en su relación con el Fondo, más bien todo lo contrario. Si el FMI aprobó las 2 primeras revisiones con una muy pobre propuesta de renegociación de deuda y con buenos números fiscales, resulta ilógica la postergación de la tercera revisión del Acuerdo, ahora que el superávit primario es extraordinario y con una triplicación de los dólares ofrecidos en la nueva propuesta para salir del default.

d) La política de ingresos del Poder Ejecutivo busca mejorar el poder adquisitivo de los asalariados y jubilados respetando la restricción inflacionaria.

Hasta ahora tuvimos 2 trimestres bien distintos, el primero con crecimiento económico del 2% trimestral, el segundo con crecimiento nulo. En lo que resta del año si bien es difícil que se mantenga el estancamiento, es casi segura una fuerte desaceleración de la actividad económica. El aterrizaje suave que estamos viviendo, complicaría a nuestra economía si nada cambia, ya que en el próximo año las necesidades de financiamiento del sector público podrían alcanzar los u$s 9.000 millones (5.000 de organismos y 4.000 de deuda performing) contra tan solo 3.000 millones de superávit de caja en el sector público nacional.

La presente pulseada entre la incertidumbre versus la racionalidad necesita de un triunfo de la segunda, si se pretende que la economía argentina vuelva a despegar. Un reconocimiento de un mayor superávit primario, algún pago en efectivo por la deuda en default y/ó un reacomodamiento de tarifas en servicios públicos pueden fortalecer la racionalidad económica y posibilitar su victoria frente a la incertidumbre. Este escenario futuro no es dato, pero si es el más probable; y es el que posibilitaría la transformación del actual aterrizaje en un nuevo despegue de nuestra economía.