Manejar por las congestionadas arterias de las megaciudades de América latina puede transformarse en una pesadilla, especialmente debido a que diariamente salen a las calles numerosos camiones, ómnibus y autos que consumen mucho combustible.

Y a pesar del pronunciado aumento de los precios internacionales del petróleo, la situación seguirá igual por algún tiempo.

Si bien en las últimas semanas varios gobiernos asiáticos han abandonado generosos subsidios a la nafta, la mayoría de los países latinoamericanos, donde productos de petróleo como Venezuela y México o importadores como Chile, continúa protegiendo a los conductores del impacto de los mayores valores del crudo.

En los últimos quince días, Chile prometió agregar u$s 1.000 millones a su fondo de estabilización del precio del combustible. La presidente Michelle Bachelet señaló que la medida podría bajar los precios del petróleo en 50 pesos chilenos (10 centavos de dólar) el litro, el equivalente a una reducción de u$s 311 millones a los niveles de consumo de 2007.

El lunes en Colombia unos 145.000 camioneros hicieron huelga por los altos costos del combustible y los peajes de las autopistas, y el gobierno anunció planes de elevar los impuestos a las petroleras privadas para financiar su subsidio a diesel y la nafta por u$s 3.000 millones. Fueron postergadas al menos por un año las anteriores propuestas de reducir gradualmente los subsidios.

A medida que sube el costo del crudo, aun a los exportadores de petróleo les sale más caro mantener la nafta a un precio accesible para los consumidores.

México, exportador de crudo que, sin embargo, importa la mayor parte de su producto refinado, está pagando este año u$s 19.000 millones –cuatro veces más que en 2007– para sostener su particularmente generoso subsidio al petróleo.

En la Argentina, los subsidios totales llegaron a u$s 11.000 millones en 2007 y aumentarán mucho más este año, según Sebastián Scheimberg, economista. Ecuador gastó u$s 1.460 millones en subsidios al fuel oil en 2007 y también pagará más este año.

Si bien en Brasil los precios de la nafta y el diesel están más cercanos a los niveles del mercado internacional, todavía están controlados, dado que la petrolera estatal Petrobrás está absorbiendo los costos.

Venezuela, que vende nafta a u$s 4 centavos el litro y, como resultado, sufre algunos de los peores congestionamientos de tráfico, no muestra señales de abandonar un subsidio que, según los analistas, cuesta al menos u$s 11.000 millones sólo en ganancias por exportaciones perdidas.

La única excepción notable a esta tendencia a elevar o mantener los subsidios es Perú. Hace dos semanas los redujo en un 40%. Los precios de la nafta en las estaciones de servicios aumentaron 4 centavos de dólar por litro.

Esta falta de reformas se debe a una clara razón. De todas las regiones del mundo, América latina es la que más teme a los efectos de la inflación. Durante los setenta, ochenta y principios de los noventa, el ritmo y la escala del aumento de precios hicieron añicos el entramado social de muchos países. Era normal que los índices de inflación anual fueran de 100%, lo que impedía que los gobiernos y empresas planificaran el futuro.

Pero estas políticas tienen costos elevados. Están abultando las cargas fiscales, socavando el progreso que han logrado muchos países en equilibrar las cuentas públicas. Y lo que es más serio, los subsidios están distorsionando los incentivos. a ahorrar energía y hacer un uso más eficiente de los recursos.