Como con la pólvora y la imprenta, China supo de etiqueta antes que la mayoría de nosotros. Pero ya transcurrió mucho tiempo desde la muerte de Confucio, Mao Zedong se deshizo de lo quedaba, y la reputación de los chinos en la actualidad es que tienen más dinero que modales.


Sara Jane Ho, una joven de 27 años que habla cinco idiomas, es la fundadora del Instituto Sarita (la versión de Beijing de una escuela suiza de modales para señoritas) y planea cambiar esa imagen enseñándoles a los chinos que viajan al exterior cómo no actuar como los "estadounidenses groseros" de ayer. El momento que eligió es prácticamente perfecto.


"Las debutantes (señoritas presentadas en sociedad) están adquiriendo importancia en China" explica Shaun Rein de China Market Research, Shangai. "Definitivamente es un muy buen mercado. Estos días hay muchos aspirantes a pertenecer".


Y para ese tipo de aspirantes que lo tienen casi todo, la Srta. Ho ofrece lecciones sobre cómo limpiarse la boca sin ensuciar la servilleta, pelar una naranja sin tocarla con los dedos y evitar clavarle un cuchillo de carne a otro comensal. Incluso relata una breve reseña de la historia de la cuchillería. Parece que el humilde cuchillo de mesa se inventó cuando el Cardenal Richelieu ordenó que se les quitara la punta a los puñales de mesa para evitar que los comensales se escarbaran los dientes con ellos.


"No le apunten al vecino con la hoja del cuchillo", exclamó Ho a un grupo de jóvenes mujeres, impecablemente peinadas y muy maquilladas, con quienes compartió una lección de etiqueta occidental en Beijing el sábado pasado.


Aprendieron cómo distinguir una copita de jerez de una de champagne, aunque algunas de ellas no supieran qué era el jerez.


Muchas de las participantes contaban con títulos de posgrado, puestos sénior en el área de finanzas o medios, o habían vivido en el exterior durante años. Pero todas coincidían en que tenían mucho que aprender sobre etiqueta occidental.


El currículum de Ho incluye un título de la Facultad de Economía de Harvard y una temporada en el campo de inversiones bancarias en Nueva York, coronado con un diploma de una de las últimas escuelas de modales para señoritas de Suiza. Ella planea cobrar RMB 100.000 (u$s 16.000) por un curso de anfitriona de tres meses de duración dirigido a mujeres casadas, y RMB 80.000 por un curso para jóvenes damas debutantes.


Cuando se le pregunta por qué los chinos pagarían RMB 100.000 para aprender destrezas por las que los europeos ya no pagan para aprender, responde que estos últimos aprenden etiqueta en el hogar, mientras que los chinos tienen que esforzarse para lograrla.


Una participante señala que por el doble de ese precio se podría pagar un MBA. Pero aun así, comprar una cartera Birkin de Hermes, el distintivo de la nueva nobleza china, podría costar varias veces esa cifra.
Para la "Señorita Modales" de Beijing, esto no se trata de distinguir un tenedor para cóctel de camarones de un palito chino común. Ella quiere lanzar nada menos que una revolución cultural del decoro. "El Instituto Sarita es el primer paso para crear un movimiento de etiqueta global," se entusiasma, y explica que etiqueta significa "mostrar respeto y consideración por el prójimo". "Esta primera generación de chinos ricos tuvo una reputación bastante mala".


Ho, nacida en Hong Kong, cuenta que sus mejores clientas suelen ser gerentes de empresas estatales que viajan al exterior con frecuencia. "Están muy interesadas en aprender cómo tratar a los extranjeros. Desean aprender el 'reglamento de la cortesía' intercultural".


En China, la capacitación intercultural es un negocio que se encuentra en auge: hay cursos de negocios y comunicación occidental y oriental ofrecidos por empresas de reubicación, institutos de idiomas y personas con distintos grados de calificación.


Neal Goodman, cuya empresa Global Dynamics diseña programas de capacitación intercultural para multinacionales, sostiene que "recién estamos viendo la punta del iceberg" de esta industria. Pero advierte "las personas que buscan listas de 'qué hacer' y 'qué no hacer' no van a tener mucho éxito porque no entienden el 'por qué'. No podrán adaptarse a situaciones no contempladas en la clase de etiqueta".


Gabor Nagy, un húngaro pionero en capacitación intercultural en China, dice que a los clientes les gustan mucho las clases de modales en la mesa, "pero eso no es lo fundamental; es mucho más importante enseñarle a la gente a observar, preguntar y tener una actitud de apertura que memorizar el orden exacto con que utilizar el tenedor de ensaladas".


De todos modos, Ho insiste en que existe una conexión integral entre los tenedores, los cuchillos "y saber qué hacer en cualquier situación".


Después de todo, puede que las reglas subyacentes del juego no hayan cambiado demasiado desde Richelieu o, ¿por qué no?, desde Confucio.

Traducción: Natalia lvarez