Emilio Lozoya se pone de pie y se dirige hacia un armario de su oficina ubicado en la casa matriz de Pemex en Ciudad de México.

¿Ve esto?, pregunta el graduado de Harvard de 38 años, sosteniendo un tubito de vidrio con un pálido líquido adentro. Esto es oro puro. Mejor que esto no hay.

Contagia el optimismo de Lozoya mientras contempla la muestra de petróleo de alto grado que cree, según él, es emblemática del futuro de México. Para que quede claro, redactó un informe para la banca de inversión que describe al hemisferio como el nuevo Medio Oriente del mundo.

La producción de gas no convencional (shale gas) al norte del país ya disminuyó los costos de la energía en EE.UU., lo que prepara el terreno para el resurgimiento de la actividad manufacturera que muy pocos imaginaban hace sólo cinco años. Lozoya cree que lo mismo es posible en México.

El país ya es conocido por su capacidad industrial, es el mayor productor del mundo de pantallas planas para TV, y las exportaciones de manufacturas llegaron a u$s 300.000 millones el año pasado. Pero él cree que México puede hacerlo mejor aún.

Tendremos una industrialización nunca antes vista en México, declara Lozoya, CEO de la compañía petrolera estatal. Después de todo, tenemos la misma geología que Estados Unidos.

Sin embargo, sacar este líquido dorado fuera del territorio mexicano no es nada fácil. Por un lado, desde que el ex presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó el sector en 1938, el petróleo ha sido un tema con carga política en la segunda mayor economía de Latinoamérica. Cada 18 de marzo, millones de niños desfilan alrededor de los patios de sus colegios para celebrar el evento histórico.

Envuelto en ese orgullo nacional, México tiene uno de los regímenes petroleros más cerrados en el mundo, y la constitución del país no permite que Pemex participe en joint ventures ni que firme contratos con compañías privadas que impliquen compartir riesgos.

Ahí está entonces el desafío hacer cambios en Pemex, una de las petroleras más ineficientes en el mundo. En 2004, la compañía extrajo 3,4 millones de barriles de petróleo diarios (bpd) y tenía 138.000 empleados. Actualmente, produce menos de 2,6 millones bpd y tiene 160.000 trabajadores.

Los expertos dicen que un problema particular es la autonomía operativa de las cuatro divisiones de Pemex. Creada hace 20 años con el objetivo de mejorar la transparencia, la estructura condujo a cuatro Pemex por separado, cada uno con su propios centros administrativos, legales y de compras, una réplica cara e innecesaria.

En el frente político, Enrique Peña Nieto, el nuevo presidente, ha conseguido acuerdos básicos entre los tres principales partidos mexicanos, que han firmado el llamado Pacto por México. Aunque los detalles son poco precisos, el pacto representa un reconocimiento general de que se necesita un cambio.

Es una contradicción que México, siendo un gran productor de energía, ahora importe gas natural y nafta, aseguró Lozoya.

A diferencia de anteriores CEO de Pemex, su estrecha relación con el presidente también es señal de que Peña Nieto tiene decidido hacer cambios en la compañía.