Nunca fui un gran fan de Apple, con lo cual lo que estoy a punto de decir no es algo que me surja naturalmente. Lo cierto es que estoy empezando a creer que el fallecido cofundador de la empresa, Steve Jobs, debería ser considerado un héroe del movimiento de derechos civiles de los Estados Unidos.
Si bien Jobs probablemente tenía otras cosas en mente cuando presentó el iPhone en 2007, la revolución de smartphones que alguna vez encabezó está sacudiendo las relaciones interraciales en Estados Unidos tal como seguramente las sentadas, los viajes por la libertad y las marchas masivas lo hicieron en el último siglo.
Atrás quedaron los días en que las manzanas podridas de los departamentos de policía de Estados Unidos podían apoyarse en nuestros ciudadanos afroamericanos sin correr serios riesgos de exposición. Los smartphones se transformaron en algo ubicuo, especialmente entre los jóvenes, y sus funciones de video están trasladando el poder a la gente en las calles, que pueden grabar sus interacciones con las autoridades para que el mundo entero las vea en los medios sociales y en la televisión.
El último ejemplo es un video de YouTube que fue visto más de 11,5 millones de veces el fin de semana pasado. En el video se ve como una chica negra de 15 años que solo lleva puesta una bikini es maltratada por un oficial de policía blanco de McKinney, Texas, una ciudad mestiza situada al norte de Dallas. El video pertenece a un chico blanco de 15 años, que dice que pudo grabar el episodio porque la policía solo estaba prestando atención a los negros que estaban en la escena.
Como suele suceder con los videos virales, la filmación de McKinney es solo una muestra de una historia más amplia. El incidente del 5 de junio ocurrió luego de que la policía respondiese a denuncias de disturbios en una fiesta en una pileta comunitaria. El video no muestra lo que precipitó los disturbios, solo las etapas finales, cuando el oficial, llamado Eric Casebolt, enfrenta a la chica, que obviamente está desarmada.
Lo que sigue es terrible. El oficial la agarra de los pelos, le lleva el brazo por detrás de la espalda, la obliga a tirarse al piso, le empuja la cara contra el pasto y la sostiene en esa posición apoyando su rodilla en la pequeña espalda de ella, mientras se escucha claramente el llanto de la chica. En otra parte, el oficial saca el arma de la funda y apunta a dos hombres jóvenes mientras los persigue.
La abogada de Casebolt dijo que a su cliente "lo superaron las emociones" en un día en que había atendido dos llamados relacionados con suicidios: uno relacionado con un hombre que se había suicidado delante de su familia y otro en que el oficial había tenido que ayudar a calmar a una adolescente que había amenazado con tirarse del techo de su casa.
Pero el video se proyectó tantas veces que al oficial le quedaron pocos simpatizantes, incluso en su propio departamento. El martes, solo cuatro días después de los disturbios en la pileta, el jefe de policía de McKinney dijo que Casebolt había "renunciado por voluntad propia", y agregó que el video ponía de manifiesto que su conducta era "indefendible".
El poder de las grabaciones de los smartphones para cambiar la historia racial también quedó expuesto esta semana en el estado norteamericano de Carolina del Sur. El lunes, un gran jurado emitió una acusación formal de asesinato contra un ex-agente de policía blanco de la ciudad de North Charleston, quien fue despedido después de que un transeúnte lo grabara en el momento en que mataba a un hombre negro desarmado en abril.
El oficial, Michael Slager, había detenido a Walter Scott, de 50 años, por tener una luz trasera rota en su vehículo. Al parecer, temiendo que pudiese ser encarcelado por no pagar la pensión alimenticia de sus hijos, Scott huyó. Slager lo persiguió y finalmente le disparó ocho tiros en la espalda. Un abogado de Slager se negó a hacer comentarios sobre el cargo de asesinato, según partes de prensa.
Cualquiera sea el resultado de los dos casos, el vigor de la respuesta oficial habría sido difícil de imaginar en una época pasada. Sin videos, trapos sucios de este tipo tendían a quedar sin lavar. La policía presente en la escena diría una cosa y las personas negras dirían otra. Cualquier condena hubiese quedado relegada a las páginas interiores de periódicos que casi nadie lee.
Sin embargo, también me pregunto cuánto más de este "progreso" racial, en última instancia, serán capaces de soportar los estadounidenses. Las escenas de policías disparando, ahorcando o lesionando de otro modo a personas negras son tan frecuentes en los canales de noticias por cable que hoy por hoy constituyen un nuevo tipo de reality televisivo.
No puede ser fácil para los afroamericanos digerir esto. Me doy cuenta de que las cosas que les pasan en la vida real no son precisamente una sorpresa para los propios negros. Pero las imágenes repetidas de estas escenas violentas trae a la mente la antigua reflexión de James Baldwin: "ser negro en este país y ser relativamente consciente es una lucha constante".
También se pueden detectar rumores de descontento en la derecha dado que los oficiales en estos casos son disciplinados. En la ciudad de Nueva York, la revelación de que los homicidios aumentaron casi un 20% en los primeros cinco meses de este año ya provocó reclamos de que las autoridades son blandas con respecto al delito y se preocupan demasiado por las libertades civiles.
No todos los estadounidenses reaccionan a las imágenes de lugares como McKinney de la misma manera. A muchos no les gusta lo que ven. Otros preferirían que estas cosas no se viesen en absoluto: como pasaba en los viejos tiempos, antes de que Jobs y sus secuaces transformasen a los niños de la esquina en emisoras internacionales.
