Este domingo en Brasil se llevarán a cabo las elecciones presidenciales más inciertas desde que el país regresó a la democracia en 1985.
En esta nación que se encuentra profundamente dividida, las encuestas de opinión sugieren que la votación se definirá en una segunda vuelta entre el candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro y el izquierdista Fernando Haddad.
Brasil en un momento llegó a ser una economía emergente exitosa, representa la "B" del grupo de países Brics. Sin embargo, un escándalo de corrupción en torno a Petrobras, la compañía petrolera estatal, el enojo con la clase política, los mayores niveles de violencia, la frágil recuperación tras la peor recesión del país en la historia reciente y el aumento del gasto público son todos factores que debilitaron las perspectivas de crecimiento económico y el optimismo de su pueblo.
Los economistas concuerdan en que Brasil necesita reformas, incluyendo cambios en su generoso sistema previsional, para sostener el crecimiento económico y lograr que su deuda sea sostenible. Pero muchos dudan que alguno de los candidatos tome las medidas necesarias.
Cerca del 85% de los brasileños siente que su país avanza en la dirección equivocada, la proporción más elevada entre las 27 economías grandes que analiza Ipsos Mori. Eso se debe a varias razones:
La plaga de la corrupción
El escándalo de corrupción en torno al Lava Jato provocó gran indignación hacia el establishment. En Brasil, las percepciones de corrupción empeoraron más que en otros países latinoamericanos, según Transparency International.
El país se ubica en el último lugar entre los 137 países que monitorea el Foro Económico Mundial en lo que respecta a la confianza en los políticos. También saca mala nota en cuanto a la percepción de uso ilícito de los fondos públicos, eficiencia del gasto estatal, transparencia del gobierno en la toma de decisiones y el costo que significa para las empresas los altos niveles de delincuencia y violencia. Sólo está peor su vecino Venezuela.
Bolsonaro se describe como el candidato del "derecho y el orden" ante una audiencia que está harta de la delincuencia y la violencia: la cantidad de homicidios subió casi 10% a casi 64.000 en 2017. Es la cifra más alta desde que se mide en 2008, según el Foro Brasileño de Seguridad Pública. "Sus opiniones ultra-conservadoras sobre el control de la delincuencia se parecen a las de otro intransigente que acapara titulares de diarios, el presidente de Filipinas Rodrigo Duterte", dijo Robert Muggah, director del Instituto Igarapé, un think-tank de seguridad en Río de Janeiro. "La primera prioridad de Bolsonaro es intensificar la represión para combatir la delincuencia".
El progreso se detuvo
El período de auge de las materias primas, combinado con la implementación de políticas redistributivas, el progreso económico y social de Brasil entre 2003 y 2014 permitió que unas 29 millones de personas dejaran de ser pobres y que disminuyera significativamente la desigualdad, según el Banco Mundial. Pero la tasa de reducción de la pobreza e inequidad está estancada desde 2015.
La economía perdió cerca de 10% de su producción entre el tercer trimestre de 2013 y el segundo trimestre de 2017. La mayor economía de Latinoamérica sigue rengueando tras su peor recesión de su historia.
Más de 6 millones de personas se quedaron sin trabajo en Brasil en los cuatro años hasta julio de 2018. El año pasado, ceca de 12% de la fuerza de trabajo estaba desempleada, su índice más alto en más de 30 años, según el FMI. La cantidad de personas que buscan empleo está bajando, pero todavía se mantiene en un alarmante 12% mensual.
Brasil, que alberga la mayor parte de la selva del Amazonas, tomó medidas para reducir mucho la deforestación hasta 2012. En ese año, se cortaron cerca de 23.000 kilómetros cuadrados menos de bosques comparado con ocho años antes. Esa tendencia se revirtió. Los ambientalistas temen que la deforestación se intensifique más si Bolsonaro gana la elección. Ese candidato amenazó con retirarse del acuerdo climático de París imitando al presidente de Estados Unidos Donald Trump.
Preocupa el déficit fiscal
El equilibrio fiscal de Brasil se deterioró abruptamente en los últimos cinco años. El déficit fiscal subió de 2% del PBI en 2012 a 10% en 2015. Se calcula que este año rondará el 8%, casi 3 puntos porcentuales más que el promedio de Latinoamérica. El próximo presidente enfrentará una carga fiscal que probablemente defina su desempeño en el cargo.
La crisis económica de Brasil implicó una caída de los ingresos públicos, mientras que el gasto siguió aumentando. Las transferencias vinculadas a programas sociales elevaron el gasto pero "sólo poco de eso le llegó a los pobres", escribió la OCDE en su último informe. La reforma del "inflado sistema previsional hace tiempo que debería haberse hecho", dijo Angela Bouzanis de Focus Economics. Brasil asigna cerca del 12% de su PBI en el pago de jubilaciones. Perú, México y Chile tienen una porción similar de su población con más de 65 años pero destinan sólo cerca de 2% de su PBI en jubilaciones.
"Sin reformas, el gasto en pensiones se duplicará como mínimo", advirtió la OCDE. Con 82% del gasto en jubilaciones yendo hacia el 60% más rico, la falta de una reforma implica mayores desequilibrios e inequidad. Cassiana Fernandez, economista de JPMorgan, dijo: "Sin la aprobación de una reforma previsional el año próximo, creemos que subiría sustancialmente el riesgo de una crisis financiera en Brasil".
