La idea de que las instituciones son importantes es una modificación relativamente reciente del cuerpo estándar del pensamiento económico. Recién en las últimas dos décadas se ha convertido en un mantra para los economistas del desarrollo.
El detonante de este cambio fue el reconocimiento de que fracasaron los planes tendientes a fomentar el crecimiento después de la descolonización. La pobreza persistente en muchos países no puede ser atribuida totalmente a la escasez de capital o a un legado de explotación extranjera.
Los historiadores económicos resaltan que la revolución industrial no solamente fue producto del cambio tecnológico y la consiguiente inversión en instalaciones y maquinarias. También fue el resultado de la evolución contemporánea de instituciones políticas y económicas.
Visitar Hong Kong nos recuerda cuan importantes son las instituciones. Una parte de la población china bajo administración británica creó una isla de prosperidad, mientras que la parte continental se estancó con caudillos y dictadores erráticos. Cuando las instituciones chinas alcanzaron una mayor estabilidad, tras la muerte de Mao Zedong, Hong Kong se convirtió en el centro de crecimiento de todo el país.
Decir que las instituciones son importantes plantea la siguiente pregunta: ¿cuáles instituciones? La típica respuesta hace hincapié en los derechos de la propiedad y el imperio de la ley. Esto excluye los regímenes arbitrarios de dictadores fuera de sus cabales y los gobiernos de reyes que gozan del poder por derecho divino -pero no aclara nada más.
¿Es la seguridad de los derechos de propiedad necesaria o suficiente para fomentar la inversión y la innovación? La ilegitimidad percibida con respecto a la distribución de los derechos de propiedad a menudo obstaculizó el logro de estos objetivos económicos -como sucedió en América Latina y en la Rusia post comunista.
Y no tiene sentido hablar del imperio de la ley independientemente de la naturaleza de las leyes y los procesos mediante los cuales éstas se promulgan y se aplican.
Muchos de los peores regímenes totalitarios han tenido códigos jurídicos y constituciones que en teoría se ganarían la ovación de los activistas de derechos humanos más exigentes del mundo.
Por eso, cuando los chinos preguntan cómo instaurar las instituciones necesarias para respaldar una economía estable y próspera, no basta con murmurar: Derechos de propiedad e imperio de la ley -vayan a Dinamarca y vean.
Existen muchas versiones de la exitosa fórmula del capitalismo levemente regulado y la democracia liberal, cada uno con sus propios desafíos. Si bien hay principios comunes, no existe un modelo que pueda ser consagrado en un consenso de Washington o proclamado como el fin de la historia.
Tampoco existe un plan establecido para la transición de la anarquía o sociedad tradicional a las instituciones que, según los economistas del desarrollo, son importantes en la actualidad. Hong Kong en el S.XIX experimentó una transición semejante - importó instituciones de otra jurisdicción con el apoyo de la Marina Real y una guarnición de tropas.
Sin embargo, en general, ese modelo no resultó aceptable ni permanente en ningún otro lugar. Su adaptación a Hong Kong fue el resultado de un contexto único.
Las instituciones son importantes -pero, tal vez, la historia lo es más aun. Y si bien los países pueden aprender de la historia, no son capaces de reproducirla.
