La masacre ritual de la semana pasada de los trabajadores inmigrantes cristianos coptos egipcios en Libia a manos de yihadistas enmascarados que adhieren al Estado Islámico de Irak y el Levante fue bestial, incluso para los abominables estándares de Isis. Sólo una mente retorcida podría ver lo ocurrido de otro modo; sin embargo, esta profanación de seres humanos estuvo lejos de ser salvaje: el epíteto que los políticos y comentaristas tan a menudo utilizan para describir los actos de terrorismo. Al igual que muchas atrocidades Isis, esto fue una provocación calculada. Los métodos de los blackshirts (camisas negras) yihadistas son escalofriantemente salvajes. Pero ISIS es escalofriantemente inteligente también.

Ya está claro que Isis ha tratado de abrir fisuras y grietas en el Líbano, Turquía, Jordania y Arabia Saudita, estados frágiles que bordean el califato autoproclamado en los estados fallidos de Siria e Irak. También hemos visto cómo ISIS está empezando a expandirse... especialmente por el norte de frica. En la ingobernada península del Sinaí, en Egipto, los yihadistas de Ansar Beit al-Maqdis -responsables de una serie de ataques sangrientos contra las fuerzas de seguridad- se han autoproclamado la Provincia del Sinaí de Isis. En Libia, polarizada y fragmentada por la guerra civil mientras occidente y sus aliados árabes se centran en Siria e Irak, Isis se ha colado en el vacío para afirmar su presencia en un nuevo escenario.

El "califato", decidido a emular el extraordinario éxito de los primeros tiempos del Islam cuando salió de Arabia, tiene que seguir ampliando su territorio. Pero ISIS también deja en claro que espera con ansias la llegada de la fuerza "Crusader", que espera sumar a sus huestes. Y a tal efecto, sus masacres se equiparan a los anarquistas del siglo XIX conocían como la "propaganda de los hechos", cuyo ejemplo más espectacular fueron los ataques de al-Qaeda en aviones civiles a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.

A esta altura no debería haber demasiado misterio sobre la dialéctica yihadista. Fue presentada en un manual básico yihadista, escrito antes de los atentados del 11/9 pero citado en la prensa árabe poco después, por Ayman al-Zawahiri, estratega de Al Qaeda en ese entonces y último sucesor de Osama bin Laden como jefe de al-Qaeda en la actualidad. Si se provocara adecuadamente a Estados Unidos, razonó, es casi seguro que este respondería con represalias a gran escala, y "libraría personalmente la batalla contra los musulmanes", preparando el terreno para una "clara guerra santa contra los desleales".

Como estrategia, se asemeja a la tercera ley del movimiento de Newton. Bin Laden fue explícito sobre este asunto después de que su red volase las embajadas estadounidenses en Nairobi y Dar es Salaam en 1998: "Como dije", le comentó a un periodista estadounidense, "toda acción provoca una reacción similar". La dinámica ISIS también es clara: acción-reacción-más acción lo suficientemente indiscriminada para radicalizar a los musulmanes y convertir su califato en un imán, a la vez que se acerca a los desleales..

Los orígenes de Isis se remontan a la insurgencia sunita encendida por la invasión anglo-estadounidense de Irak en 2003, y específicamente a la rama iraquí de Al Qaeda liderada por el sanguinario yihadista jordano Abu Musab al-Zarqawi. ISIS se apartó de al-Qaeda y Zawahiri en parte porque cree que ha olvidado sus propias enseñanzas. Pero está jugando el mismo juego: quiere provocar no sólo una reacción, sino una reacción exagerada.

Probablemente habrá dado por descontado de antemano los ataques aéreos egipcios a sus seguidores libios, e irá tras algo que brinde una propaganda más incendiaria.

En el Egipto de Abdel Fattah al-Sisi, ex jefe del Ejército cuyo golpe de 2013 depuso al gobierno islamista electo de la Hermandad Musulmana, Isis daría la bienvenida a dos sucesos. El gobierno de Sisi prohibió la Hermandad declarándola como un grupo terrorista, derribó a cientos de sus partidarios en las calles y encarceló a otros miles. Cientos de miembros de la Hermandad encarcelados fueron condenados a muerte en lo que sólo pueden considerarse como tribunales ilegales. Si Egipto colgase a algunos de los condenados -como Jordania ejecutó a yihadistas después de que ISIS quemase vivo a Muath al-Kasaesbeh, el piloto que capturó-, esto encajaría con las reglas de juego de ISIS. Del mismo modo, también dejaría aún más en claro que EE.UU. y Europa están cerrando filas en torno a Sisi, sus dudas acerca de su golpe de Estado y la criminalización del islamismo tradicional disipado por la amenaza de ISIS.

A los ojos yihadistas, todo esto sería validar la tesis de ISIS que la democracia y las elecciones no son solo una afrenta a la ley de Dios, sino que también son inútiles, dado que Occidente y sus aliados autócratas de la región dan escasa prioridad a la democracia para los árabes. ISIS quiere difundir la yihad y convencer a una minoría de musulmanes suficientemente grande de que es la única opción. Si llegase a desaparecer, sería fatal subestimar su astucia sangrienta.