La población nativa de Japón se contrajo a su nivel más bajo de la historia en 2016, pero un alza en la cantidad de residentes extranjeros limitó el declive total del año.
Según el Ministerio de Asuntos Internos, el número de japoneses cayó en 308.084 a 125,6 millones, lo que refleja décadas de bajas tasas de natalidad y de envejecimiento de la población. Ese retroceso se compensa con la mayor cantidad de residentes extranjeros, que subió 7% a 2,3 millones un salto de 148.959.
Las cifras reflejan un tema fundamental que enfrenta Japón en los años venideros: si va a permitir que la inmigración sostenga su población total o si aceptará que disminuya para preservar la homogeneidad étnica.
Por primera vez desde que se comenzó el estudio en 1979, la cantidad de nacimientos anuales cayó por debajo de 1 millón, con 981.202 bebés nacidos en 2016. Las muertes alcanzaron un récord de 1,3 millones.
Se estima que el ritmo de la caída poblacional se acelerará porque la generación del baby boom nacida después de la Segunda Guerra Mundial está envejeciendo y las tasas de natalidad siguen bajas.
Según las proyecciones del Instituto Nacional de Población y Seguridad Social, el ritmo de la declinación será mayor cada año hasta 2045, cuando Japón estará perdiendo cerca de 900.000 residentes por año el equivalente a una ciudad del tamaño de Austin, Texas.
Dado que van muchos años de tasas de natalidad bajas, no hay una manera rápida de revertir la caída. Por lo tanto, la única alternativa es la inmigración. Sin embargo, esa opción sigue siendo polémica en Japón, cuyos políticos se muestran reacios incluso a mencionar la palabra.
En cambio, las empresas se han asegurado una sucesión de programas que les permite que ingresen al país trabajadores de baja calificación. Por ejemplo, el programa de "becarios extranjeros" autoriza la entrada de jóvenes al país para adquirir conocimientos técnicos durante tres años como máximo.
