
Lectura del barómetro: los gobiernos están respondiendo a un clima político cambiante y buscan evitar que las empresas acumulen sus ganancias en paraísos fiscales offshore.
En abril de 1961, el entonces recién electo presidente John F. Kennedy lanzó una ofensiva contra un fenómeno que, según sus temores, podía socavar el futuro de los EE. UU.: la elusión fiscal agresiva.
En un discurso dirigido al Congreso, despotricó contra el uso "injustificable" de paraísos fiscales que un número creciente de empresas estaba llevando a cabo con el fin de recortar sus responsabilidades en el país y en el exterior.
Pasados más de 50 años, la retórica política parece ser idéntica, repitiendo las quejas de Kennedy contra los "manejos artificiales". Una vez más las empresas están bajo fuego por usar estructuras corporativas que desvían las ganancias hacia jurisdicciones con impuestos bajos. Cada vez es mayor el malestar político por los bajos impuestos que pagan multinacionales como Apple, Google y Amazon en una época de recortes brutales en el gasto público.
En los EE. UU., el poderoso panel de investigaciones del Senado atacó los "huecos" y artilugios utilizados para enviar las ganancias al exterior; en Australia, un ministro del Tesoro calificó las prácticas tributarias de las multinacionales como "juego no limpio". El Primer Ministro de Gran Bretaña, David Cameron, envió un mensaje directo al sector empresarial: "Nosotros jugamos limpio con ustedes, ustedes tienen que jugar limpio con nosotros". Pascal Saint-Amans, el máximo funcionario fiscal de la OCDE, dice que esta presión política ha ido más allá de la retórica y representa un cambio de rumbo en la lucha contra la elusión de las grandes empresas.
"La agresiva planificación impositiva de los últimos 20 años se logró con la complicidad de los propios gobiernos para manejar la competencia fiscal", explica. "Esa mentalidad está cambiando en serio".
Uniendo acciones coordinadas, Gran Bretaña, Alemania y Francia se han alineado tras una revisión urgente de las normas impositivas internacionales para lo que, según ellos, enfrentan "dificultades para mantenerse al día con los cambios de las prácticas comerciales globales, como el desarrollo del e-commerce en las actividades comerciales". Las reformas posibles comenzarán a tomar forma el mes próximo en una reunión del Grupo de los 20 en Rusia, donde la OCDE emitirá un informe provisorio sobre impuestos. Los gobiernos ya están entrando en conflicto con las empresas sobre cuán lejos llegarán las medidas.
En noviembre se reunieron a analizar propuestas para endurecer las normas en materia de envíos artificiales de ganancias a paraísos fiscales. Aunque estos encuentro suelen ser asuntos apaciguados y tranquilos, la sesión de París estuvo marcada por una sensación de tensión más palpable.
James Phillips, un ejecutivo impositivo de CGGVeritas Group, una compañía francesa de servicios petroleros (pero que en la reunión habló a título personal), recalcó lo que consideraba que eran peligros de presionar demasiado a las empresas. "La crisis financiera actual a la larga va a pasar, lejos está de ser un acontecimiento único a nivel histórico. No obstante, si su legado es reducir el comercio internacional recortando las oportunidades de tener ganancias rentables al institucionalizar la doble tributación, su legado tendrá un alcance mucho mayor", explica.
A pesar de las protestas empresariales, los ministros de economía deben responder a un público cada vez más encolerizado que siente que las reglas fiscales globales se manipularon para favorecer a las multinacionales.
"Todo esto se está dando con el trasfondo de la antiglobalización y el proteccionismo. Los políticos están empezando a captar la onda", dice Jeffry Owens, profesor de la Economía y Negocios en la Universidad de Viena. Las multinacionales, con su reputación dañada, acusan a los gobiernos de culpar a las empresas por un sistema diseñado por los propios estados para atraer inversores. Cuando Google, que en 2011 movió miles de millones de dólares de Irlanda a Bermudas para lograr una tasa impositiva en el exterior de apenas 3,2%, recibió ataques de los políticos, Eric Schmidt, su presidente ejecutivo, insistió en que la estructura impositiva estaba "basada en los incentivos que los gobiernos nos ofrecieron para operar".
Irlanda, donde Google emplea a 3.000 personas de 65 países en la ex-zona portuaria de Dublín, grava una tajada de las ganancias de los miles de millones que Google tiene en ventas en el extranjero y que están registradas en el país. Esto se logra porque Google usa la estructura "doble irlandesa" que explota definiciones distintas de domicilio fiscal en los códigos impositivos de Irlanda y de los EE. UU. La unidad irlandesa le paga regalías a Google en el paraíso fiscal de Bermudas por usar la propiedad intelectual de la propia compañía.
Pero los manejos de Google son, ante todo, un síntoma de las fallas que tiene el sistema fiscal de los EE. UU. Scott Hodge, presidente de la Tax Foundation, un grupo de investigación no partidario de Washington, explica que esta gimnasia de planificación impositiva es "la respuesta que se esperaría cuando las empresas están sujetas a un sistema fiscal inextricable y obsoleto.
Además de tener la tasa impositiva más alta del mundo industrializado, EE. UU. es cada vez más singular para gravar las ganancias que las empresas tienen en el mundo. Para mitigarles estas desventajas a las empresas estadounidenses que compiten en el exterior, les permiten diferir los impuestos de EE. UU. sobre las ganancias extranjeras hasta que estas sean repatriadas.
Desde 1997 Washington ha inclinado el sistema tributario aun más a favor de las empresas al aprobar las regulaciones conocidas como "check the box" que abrieron nuevas oportunidades de colocar las ganancias en paraísos fiscales sin tener que invertir en operaciones reales en ellos. Las empresas tuvieron un nuevo incentivo para sacar las ganancias imponibles de los países con impuestos altos a través del pago de intereses o regalías, haciendo bajar las tasas impositivas extranjeras promedio de las empresas estadounidenses.
En Europa los problemas están exacerbados por las normas antidiscriminación consagradas en el Tratado de Roma de 1957 que han entorpecido la vigilancia de los límites impositivos nacionales. Las normas existentes sobre mercados únicos permiten que las empresas organicen estructuras con dichas jurisdicciones mediante el estado miembro que tiene la respuesta más débil esto no sólo erosiona las bases impositivas de los estados miembro sino que también pone en peligro las condiciones competitivas justas para el comercio según indica un nuevo informe de la Comisión Europea sobre planificación fiscal agresiva.
Las economías emergentes, en especial los puntales Brasil, China e India, también están sintiendo el golpe. Las reglas existentes en materia de tributación internacional solo guardan los intereses de los países desarrollados, protestó el gobierno indio ante la ONU en marzo de 2012, una señal de la frustración por la capacidad de las multinacionales de desviar las ganancias por medio de regalías y honorarios de gestión y depositarlas en lugares con condiciones fiscales más laxas. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica dicen: ustedes están saqueando nuestros mercados, comenta un ejecutivo de una multinacional.
Beijing está resistiendo cada vez más los esfuerzos de clasificar a sus empresas como fabricantes por contrato de bajo margen, argumentando que todo su conocimiento técnico, infraestructura y enorme población significan que en China se está creando un valor sustancial y que debería gravarse allí mismo. Brasil ha rechazado los enfoques convencionales para determinar la cuota tributaria final de las multinacionales y favreció un enfoque más simple y más rígido que asume márgenes de ganancias fijos para toda la industria.
Frente a demandas contrapuestas, el frágil consenso sobre la asignación internacional de las ganancias de las multinacionales corre el riesgo de desmoronarse. Destacando los peligros de que los gobiernos no colaboren en las reformas, la OCDE advierte: "Las consecuencias podrían ser perjudiciales en términos de mayores posibilidades de discordancias, más litigios, mayor incertidumbre comercial, una batalla por ser el primero en hacerse de los ingresos imponibles mediante medidas aparentemente anti-elusión, o una carrera hasta lo más bajo con respecto a los impuestos a las ganancias corporativas".
No hay "recetas mágicas" para ocuparse del desvío de ganancias, advierte la OCDE. Pero cada vez tiene más confianza en los cambios técnicos que fortalecerían el sistema.
Las nuevas directrices sobre activos "intangibles" que está proponiendo haría que las empresas dejeran de desviar ganancias a compañías fantasmas en paraísos fiscales, aunque no lograría detener la transferencia de propiedad intelectual y otros intangibles a un país de impuestos bajos si tuvieran operaciones comerciales genuinas en ese lugar. También es probable que proponga mano dura en los arbitrajes -la explotación de las diferencias entre los códigos impositivos de los países- recomendándoles a los gobiernos que rechacen las deducciones impositivas sobre ingresos que no son imponibles en otra jurisdicción. También se están considerando reformas de las normas que afectan a las compañías de e-commerce.
La Comisión Europea está presionando con propuestas similares. Convocando a una "posición fuerte y cohesiva de la UE", Algirdas Semeta, el comisionado de impuestos, dijo: "En un mercado único, dentro de una economía globalizada, las discordancias nacionales y los huecos se convierten en las herramientas de quienes buscan escapar de los impuestos". Algunos de los factores que ya están jugando a favor de los gobiernos: exigencias de mayor transparencia por parte del público y de los inversores, una creciente y renovada conciencia sobre los riesgos que la planificación impositiva extrema conlleva para la reputación de las empresas, y la capacidad recientemente adquirida de dar a conocer los datos de las empresas que operan en paraísos fiscales.
De todos modos, los intentos de reforma enfrentarán vientos poderosos. Las fuerzas de la competencia impositiva -incluida la tentación de apoderarse de las ganancias más móviles, como las que surgen de la propiedad intelectual- siguen siendo significativas. A pesar de la creciente retórica, los gobiernos deben proceder con cierta cautela por temor a enfriar las inversiones como resultado una mano dura contra la elusión fiscal.
"Los estados miembro están a la defensiva", describe un funcionario desde Bruselas al contemplar las iniciativas para coordinar un código más duro. "Los países están usando sus sistema impositivo para competir". El Reino Unido, por ejemplo, encabeza los esfuerzos internacionales para colaborar en las reformas. Pero al mismo tiempo George Osborne, su Ministro de Hacienda, lanzará este año una "caja de patentes" que ofrece una tasa impositiva con recorte de precios para determinados tipos de propiedad intelectual y un régimen para empresas financieras offshore que potencie la capacidad del Reino Unido de atraer casas matrices.
Paradójicamente, desterrar la elusión podría intensificar la competencia de las tasas impositivas. Lames Hines, de la Universidad de Michigan, dice que los paraísos fiscales "juegan el importante papel de válvulas de presión", permitiendo que los países grandes impongan impuestos más altos a los negocios internos sin desalentar a los inversores internacionales ni desencadenar una competencia fiscal de "empobrecimiento del vecino".
Las tasas de los países industrializados ya se han bajado desde casi el 50% a menos del 30% desde la década del '80 en una tendencia que no muestra señales de terminar. Es probable que la presión se intensifique si EE. UU. se une a la lucha. El Fondo Monetario Internacional informa: "Puede esperarse que una reforma de cualquier magnitud al impuesto a las ganancias corporativas en EE. UU. provoque una reacción de competencia fiscal por parte de otros países".
Pero mientras que en todo el mundo los países necesitados de efectivo intenten resolver sus déficits, lucharán por defender los ingresos por impuestos corporativos que -si bien no han mantenido el ritmo de rentabilidad de sus compañías- en general se han mantenido estables en el 8-10% del total durante los últimos 50 años.
Una alternativa probable sería una dependencia aun mayor de los impuestos al consumo, lo que sólo agravaría una distribución de ingresos cada vez más desigual.
Dada la necesidad de preservar la integridad del sistema impositivo, las empresas harán bien en aceptar una cuenta tributaria final más alta.
"Los gobiernos han estado facilitando el sistema impositivo para las empresas desde mediados de los '80", dice Owens. "Ha llegado la hora de devolver".











