La popularidad de Alberto Fernández se ha resentido durante la pandemia. Lo mostró la televisión local, que en varias oportunidades emitió las imágenes del presidente argentino huyendo a toda velocidad para ponerse a salvo de los manifestantes que lanzaban piedras durante una visita a la Patagonia.
Pero los observadores sostienen que la mayor amenaza a su poder en el gobierno proviene de una sola persona: su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
Esa ha sido una constante preocupación desde que ella sorprendió al país con el anuncio de que su antiguo jefe de gabinete se presentaría como candidato a presidente en las elecciones de 2019. Pero el escándalo conocido como "Vacunatorio VIP" que estalló hace un mes materializó esa amenaza.
El escándalo, que llevó a Fernández a despedir a un estrecho aliado, el ministro de Salud Ginés González García, obligó al presidente a recurrir a los principales partidarios de su gobierno, que son los que consideran a Fernández de Kirchner como su verdadera líder.
"Ya no tenemos ninguna duda de quién manda, es Cristina Fernández de Kirchner. La incertidumbre nunca es buena para los inversores, pero esta constatación tampoco lo es", afirmó Jimena Blanco, analista de la consultora de riesgos Verisk Maplecroft, refiriéndose a la política peronista que se enfrentó a los inversores durante su presidencia de dos mandatos en 2007-2015.
Una de las señales más claras de que Alberto Fernández cedió ante su vicepresidenta fue su discurso anual ante el Congreso el 1 de marzo, en el que mostró un giro con respecto al mensaje más conciliador pronunciado hace un año. En su lugar, Fernández reavivó los conflictos con los eternos enemigos de los kirchneristas, incluido el Poder Judicial.
Tres días más tarde, Fernández de Kirchner arremetió contra la justicia argentina y el lawfare, o el uso de los tribunales para atacar a los enemigos políticos, cuando declaró en una de las nueve causas de corrupción que enfrenta. Acusó a los jueces de perseguirla, de estar "podridos y ser perversos", y de mantener una injerencia política sistemática, mientras apuntaba con su dedo índice a la cámara.
El ataque cobró más fuerza porque coincidió con un fallo de un tribunal brasileño que anuló los cargos de corrupción contra el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva por un tecnicismo.
Roberto Saba, un abogado argentino, dijo que Fernández de Kirchner está utilizando los casos más débiles en su contra, el llamado "dólar futuro" que acusa a su gobierno de defraudar al banco central, para criticar a los tribunales y a las élites. Pero advirtió que la noción de lawfare "erosiona la legitimidad de los tribunales, lo que es extremadamente peligroso".
Una de las señales más claras de que Alberto Fernández cedió ante su vicepresidenta fue su discurso anual ante el Congreso el 1 de marzo, en el que mostró un giro con respecto al mensaje más conciliador pronunciado hace un año. En su lugar, Fernández reavivó los conflictos con los eternos enemigos de los kirchneristas, incluido el Poder Judicial.
La cruzada de Fernández de Kirchner contra el Poder Judicial se intensificó después de que Lázaro Báez, un estrecho colaborador de la familia Kirchner, fue condenado a 12 años de prisión por lavar u$s 55 millones de dinero negro. Esto tiene implicancias directas para Fernández de Kirchner, ya que el dinero supuestamente proviene de maniobras corruptas con la familia Kirchner, afirmaciones que se están determinando en un juicio paralelo en el que ella es la principal acusada. Ella niega todos los cargos.
Su nueva ofensiva provocó la renuncia de otra de las colaboradoras más leales del presidente, la moderada ministra de Justicia Marcela Losardo. El anuncio la semana pasada de que Losardo era reemplazada por Martín Soria, un conocido crítico del Poder Judicial, se ha interpretado como una nueva victoria de Fernández de Kirchner, ya que es el último de una serie de kirchneristas nombrados recientemente.
El presidente insiste en que nada ha cambiado en su relación con su vice. "Puedo tener diferencias con Cristina (...).Pero llegué con Cristina, y me iré con Cristina [también]", dijo en una reciente entrevista.
Pero Graciela Römer, analista política, dijo que la importancia de ganar las próximas elecciones legislativas de octubre ha colocado al gobierno "en una situación muy delicada".
El intento por mantener a sus votantes de su lado también explica por qué es probable que el gobierno postergue la renegociación con el FMI sobre el préstamo de u$s 44.000 millones otorgado en 2018, comentó, ya que un acuerdo con la institución de Washington podría hacer enojar a los kirchneristas.
"Cada vez está más claro que quien lidera la campaña en este momento -si no el propio Gobierno- es Cristina Fernández de Kirchner", dijo Römer.
Traducción: Mariana Oriolo
